El robo de la memoria y la cultura del martirio

Uno de los autores y propagandistas del espectáculo de ilusionismo fascista llamado “Congreso Popular”, John Ackerman, ha escrito un artículo publicado en la revista Proceso número 1945, en donde hace un resumen de la agenda de selectivas urgencias históricas que ha adoptado la corte de porristas promotores de afiliación política de MORENA. Es parte de la gran campaña de evangelización electoral dirigida a los paganos que por consciencia o simple hartazgo han dejado de acudir a las urnas, la estrategia consiste en asumir parcialmente el discurso de repudio a la clase política y provocar acercamientos discretos bajo protesta con un Partido y con un líder. La ausencia de dinero para comprar votos es la madre de este tipo de ingenios.

Pero no es precisamente ese punto el que llamó mi atención, sino la dedicatoria de ese artículo, con esa temática en particular, a la memoria castrada de un hombre que no tenía nada que ver con esa agenda política, cito:

A Juan Francisco Kuykendall, mártir y héroe de la patria, justicia ya.

Voy a referir una mejor remembranza de la lucha del compañero Kuykendall en este artículo escrito por Marcela Salas y aparecido en el sitio web de Desinformémonos. Baste por ahora comentar que Kuykendall murió el pasado 24 de enero de 2014 después de un año de intentar recuperarse del brutal ataque del que fue víctima por parte del Gobierno Federal Mexicano, y que en vida fue un hombre honesto y luchador, profesional del Teatro que ofreció su obra como apoyo a muchos movimientos sociales, simpatizaba con el zapatismo y enseñaba que otra política y otro mundo eran posibles.

Por su parte, Ackerman y el resto de los apologistas del repudio a la clase política “traidora” (porque de acuerdo a ellos mismos, hay una clase política que es buena), han adoptado a Kuykendall a la más repulsiva forma confesional, despojándolo de memoria, de su obra y de su lucha, purificándolo de todo lo políticamente contradictorio a sus agendas políticas, conmemorando sólo su martirio y muerte.

“Mártir y héroe de la patria”, han repetido Ackerman y los suyos con insistencia por diversos medios. El mártir desde la antigüedad es quien presta testimonio, pero fue la tradición cristiana la que agregó la tortura y muerte del testigo como forma de asignarle un grado divino de verdad a ese testimonio. La palabra del mártir a su vez es la prueba de la legitimidad de la causa, entre mayor sea el sufrimiento del mártir, más justa es la causa, el martirio es el proceso de autenticación de la verdad del testimonio. En esta lógica cuando el mártir es una persona de renombre y su devoción por la causa lo condujo a la muerte, se convierte en héroe.

El empleo del concepto de mártir es muy usual en la propaganda religiosa, pero puede ser usado igualmente en la esfera secular, como es el caso de lo que intenta Ackerman, porque el fundamento es el mismo. La causa es por la patria (o los intereses de la clase política a la que representan estos sujetos), la persona de renombre y devoción por la patria fue martirizada, su elevación como héroe debe ser decretada por quienes se ostenten como representantes de la causa en cuestión. No hay mejor forma de coronarse como líderes de la causa que contando con un mártir de ella. Claro que como fieles representantes de una clase política acomodaticia y corrupta, el mártir que eligieron lo tuvieron que robar.

El martirio y los héroes son símbolos muy poderosos para efecto de manipulación de masas, evoca a los más primitivos sentimientos de admiración morbosa y miedo, se espera que se siga incondicionalmente la causa por la que fueron sacrificados destacados miembros de la comunidad. La inmoral idea del sacrificio humano está íntimamente ligada al martirio y la heroicidad, no es de extrañarse que los arribistas de la izquierda partidocrática recurran a estas infames tácticas de manipulación.