La impunidad como cultura de la protección gremial
No deja de preocuparme la facilidad con la que muchas personas se adhieren a cualquier manifestación contra el gobierno sin analizar absolutamente nada de lo que hay de ella. Pareciera que en realidad la causa no es lo relevante sino el enemigo contra el que se erigen. Cualquier pancarta alzada contra el gobierno es aplaudida sin importar lo que tenga escrito.
Y todo eso es muy peligroso porque accidentalmente nos toparemos con una movilización que involucre buscar justicia, pero usualmente el objetivo es espurio, como el caso de eso que llaman #YoSoy17
De primera mano he conocido la injusticia e impunidad con la que la negligencia médica está exenta de escrutinio público a través de un proceso judicial, desde la inhumana indiferencia con la que se deja morir a indígenas a la puerta de una clínica de salud, hasta la mortal ignorancia y desapego a métodos científicos en los hospitales de alto nivel.
No estamos hablando de un pobre galeno que no tuvo la culpa de una muerte porque el gobierno no proveyó una medicina o un instrumento médico por causa de la corrupción. Estamos apuntando a la consciente decisión de un médico para no atender rápidamente a alguien por ser pobre o por ser indígena, o no saber qué rayos está haciendo cuando manipula el interior del cuerpo de un enfermo o lesionado.
La obscena consigna que reza “No somos dioses, no somos asesinos. Somos médicos” es una despiadada alusión a un estado absoluto de impunidad en la que se apela a la ignorancia de la población para la sumisión incondicional a la evaluación del médico sobre su propio trabajo. La labor de ningún otro profesionista goza de este estatus.
La práctica médica de estos días no es la misma que la del siglo XIX, que estaba más próxima a la mística y las aserciones sin fundamento. La deficiente formación profesional ha puesto a cargo de los quirófanos a sujetos que no tienen la capacidad para realizar una labor de investigación científica en el campo de la propedéutica clínica, el caso que motivó las consignaciones penales de las que se duelen a través de #YoSoy17 es típico: durante días cirujanos mutilaron el cuerpo de un jóven, pieza por pieza, sin saber qué rayos estaban haciendo, ni para qué, porque no sabían ni investigaron qué mal padecía su organismo.
No se requiere ser dioses para evitar convertirse en asesinos. Estudios clínicos y el seguimiento formal de los pasos de investigación médica, como mínimos indispensables antes de cortar en pedazos a un ser humano, habrían evitado una muerte. No estamos hablando de ciencia de cohetes, simples procedimientos de rutina fueron omitidos sistemáticamente.
La manifestación en demanda de impunidad de estos burócratas aficionados a la negligencia criminal es un insulto al verdadero trabajo dedicado, profesional y científico de toda la gama de profesionistas del sector salud.