Se escribe «respeto», se pronuncia «autoritarismo»
El respeto es definido como la consideración que se tiene sobre el valor de alguien o algo, frecuentemente es concebido como una relación recíproca de reconocimiento del valor del otro. En una extensión más compleja la reciprocidad es lo que engendra la moral y los derechos, de modo que para algunas teorías políticas modernas (Honneth), el respeto sería fundamento de la justicia.
Como con muchas otras palabras de nuestro idioma, hemos pervertido su significado y lo modificamos a una suerte de carta comodín para invocar un tabú, establecer una prohibición de mención, demarcar una zona libre de crítica. El respeto al valor de la persona es difuminado para incluir el valor de sus ideas, de modo que si no se reconoce el valor de la opinión, creencia o ideología, no se está respetando a la persona, lo cual recaería en la supuesta negación de su integridad, autonomía y derechos.
Pero no termina ahí la tergiversación, mientras que el valor a respetar es la importancia deontológica del sujeto u objeto (propiamente el campo de la axiología), se le ha confundido con la validez, no lógica porque no se clama la verdad formal de la opinión, sino como agravante, la epistemológica, es decir, el reconocimiento de una idea como verdadera, algo que debe considerarse una convención social.
De este modo tenemos que la demanda de respeto a la persona nos resultó en el deber de aceptación de sus opiniones como verdad, negar ese reconocimiento deviene en una injusticia contra el individuo. Por supuesto que todo esto es una impostura construida gracias a la desfiguración de la filosofía y la falsificación de la ética, pero ha infectado a gran parte de la sociedad.
Este respeto tergiversado es invocado tramposamente cuando se quiere ungir como inatacable una opinión, en oposición y detrimento del “respeto” a quien disiente: el primero en pronunciar una aserción es quien blandirá la demanda de respeto al primer viso de crítica a sus dichos, la crítica se convertirá así en una suerte de agresión y tentativa de imposición porque en esta perspectiva, el respeto es unidireccional, va de quien debe omitir la crítica, hacia la persona que enuncia el primer discurso. Pronto nos podemos dar cuenta que resulta que el respeto significa que sólo una persona en un diálogo es quien tiene derecho a manifestarse y el otro no, es el fin de la discusión, es la abolición del debate, es la imposición de la estupidez.