Liberalismo y fascismo: el meollo oculto (la interpretación de João Bernardo)
Este ensayo fue publicado originalmente en:
Calderón, José M., y Alfonso Bello. Desafíos de la democracia: cambios institucionales y alternativas. México: Universidad Nacional Autónoma de México, 2010.
Es necesario mencionar algunos datos de este autor para explicar el interés por sus estudios. João Bernardo Maia Viegas Soares nació en la ciudad de Porto, Portugal, en 1946, según las referencias de João Alberto Da Costa Pinto, docente de la Universidad Federal de Goiás, Brasil, y quien se ha dedicado al análisis de su obra. Refiere Costa Pinto aspectos de la vida política e intelectual de Bernardo en su paso por varias organizaciones y partidos de izquierda, su expulsión de Portugal y sus exilios. Bernardo reside actualmente en Brasil donde labora en una universidad. Su obra se compone de numerosos artículos y ensayos, además de doce libros, entre los que destacan El enemigo oculto, Manifiesto antiecológico, Economía de los conflictos sociales, Los gestores y Laberintos del fascismo. Esta última obra de la Editora Afrontamento (2003) es una versión ampliada de su tesis doctoral obtenida en la Universidad Estadual de Campinas, São Paulo, Brasil, en 1998.
Lo que sigue es una serie de reflexiones sobre el significado de su tesis doctoral. Las más importantes obras sobre el fascismo son para Bernardo fácilmente clasificables en dos posiciones. Las que proceden del campo ideológico de la burguesía, que intentan deslindar al capitalismo, llamado por él democrático, de los aspectos más violentos y reprobables del fascismo, y las escritas desde el ámbito del anticapitalismo que reduce el fascismo a una forma de la práctica tradicional del capitalismo.
La posición de Bernardo es clara en este sentido: el análisis del fascismo, si es serio, debe comprender tanto la crítica del capitalismo liberal como la autocrítica del movimiento revolucionario, pues ambos contribuyeron a la transformación del fascismo de un movimiento nacional a una forma de gobierno.
El marco que hizo posible el fascismo fue la primera Guerra Mundial y sus consecuencias, tanto para el perdedor como para los vencedores, y sus particularidades en Alemania, Italia, España, Portugal, Hungría, Rumania y otros países han determinado la confusión que prevalece en las investigaciones sobre este fenómeno.
Intereses del capitalismo liberal o democrático divulgan aspectos aislados con el objeto de borrar todos los referentes (el pasado y sus relaciones), de modo que el fascismo aparezca como el producto de hombres enloquecidos por la violencia y el crimen. Hechos importantes en la época de ascenso de Hitler, por ejemplo, el financiamiento del nacionalsocialismo por empresas como la Royal Dutch-Shell, y la simpatía de Henry Ford, Randolph Hearst y otros expresan no sólo la identificación con un autoritarismo tan cercano al practicado por los empresarios, sino la comunión ideológica entre ellos.
El historiador alemán Ernst Nolte, autor de El fascismo en su época, no escapa a la crítica de Bernardo, que le reprocha entre otras cosas, su nostalgia por un pasado no real, sino el que se imagina, pues pretende explicar el nacionalsocialismo en el contexto de una guerra civil europea contra el bolchevismo, que derivó en guerra entre naciones con un desenlace entre Alemania y la Unión Soviética. Bernardo deshace esta argumentación señalando errores cronológicos y apreciaciones erróneas de Nolte sobre el proceso que sigue después de la primera Guerra Mundial. Se destaca desde luego el rechazo general a la guerra. En Rusia, el movimiento de los soldados campesinos clamaba por paz y tierra, y en varias regiones de Europa se suceden revoluciones. Kronstadt y la insurrección encabezada por los marinos, la revolución de los Consejos y otras, son el marco que señala Bernardo para identificación entre bolcheviques y gobiernos democráticos en la imposición del orden. De aquí parte la ruptura del movimiento revolucionario que es derrotado en Europa y aparece el nacionalismo extremo. En Alemania, como frustración, pues se atribuye su derrota a las insurrecciones internas. El bolchevismo en Rusia, como partido único, inicia el desarrollo nacional como capitalismo de Estado, pues la experiencia de la primera Guerra Mundial, la economía de guerra que desarrolla el Estado Mayor alemán, preparó la base técnica y organizativa de la planificación central de la economía y la aparición de un sector, los gestores o administradores, quienes junto a los capitalistas conforman el polo opuesto a los trabajadores. Este concepto, gestores, ha sido desarrollado por Bernardo en varias de sus obras y constituye sin duda una aportación a los estudios marxistas.
Para Bernardo, el fascismo es una revolución al interior de la cohesión social; el fascismo es ambivalente, al mismo tiempo radical y conservador. El fascismo movilizó a los trabajadores para hacer una revolución capitalista, dice él, a pesar de la burguesía.
El fascismo se caracteriza por la práctica del autoritarismo, pero aclara que otros regímenes también lo practicaban. Era populista al coaligar obreros y capas medias que querían escapar a la proletarización, pero también la socialdemocracia lo hacía. El fascismo, igual que la socialdemocracia al final de la segunda Guerra Mundial, movilizó políticamente mediante promesas distributivas. El Tercer Reich tenía una estructura distributiva, por rama de actividades (gobierno, patrones y obreros), lo mismo que la República de Weimar. Pero como se señaló antes, para Bernardo esta adición de características no define el fascismo, por lo que propone un cuadro donde dos ejes constituyen una doble bipolaridad. El eje vertical tiene en sus extremos al ejército y a la Iglesia; el horizontal, que cruza al anterior, tiene al partido y a las milicias en un extremo, y a los sindicatos en el otro.
Bernardo explica que hay dos campos institucionales exógenos al movimiento fascista que son el ejército y la Iglesia, que son el peso conservador de la sociedad, y los otros dos campos que serían endógenos corresponderían al conjunto de partido con las milicias y a los sindicatos que representan, según sus palabras, el factor de radicalismo introducido en la tradición conservadora. Así, afirma, la especificidad del fascismo se explica por la forma como se ligó a las instituciones endógenas, y al carácter que imprimió a las instituciones exógenas.
Se entiende por esto, sigue Bernardo, que en los fascismos el eje horizontal nunca consiguió dominar sin el apoyo del eje vertical.
La demostración que hace Bernardo a continuación con las experiencias alemana, italiana, húngara, rumana y española, confirma la validez de su propuesta, con una aclaración importante de su parte: el cuadro sólo sirve para definir los tipos de movimientos fascistas, pero no sus triunfos o derrotas; y otra más, los fascistas sólo accedieron al poder cuando la articulación de los dos ejes institucionales tuvo como fondo el bloqueo del desarrollo económico en sus países.
Concluyo con la traducción de un párrafo que expresa cabalmente su pensamiento:
"En suma, lo que hay de peculiar en el fascismo es su carácter al mismo tiempo simétrico y a posteriori. Simétrico porque afirmando que supera los extremos se coloca en realidad en un punto medio entre ellos. Y a posteriori porque este equilibrio es realizado entre terrenos políticos ya existentes, conservadores o revolucionarios. No se trata como los adeptos de la tradición, de prolongar y transformar aquello que existe, ni como para los agentes de la revolución, de crear una nueva realidad, sino de superar la existente, sin romper el marco de esa existencia. Por eso defino al fascismo como una revuelta que no compromete la cohesión social."
Bibliografía
Bernardo, João, 1998, Labirintos do fascismo, São Paulo, Facultade de Educação, Universidade Estadual de Campinas, tese doutorado, <http://libdigi.unicamp.br/document/?code=vtls000134486>.
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