ORIGENES DEL MOVIMIENTO OBRERO MEXICANO. La junta de fomento de Artesanos: 1843 - 1845
Cuaderno de Estudios Latinoamericanos
CAPITAL, TRABAJO Y SINDICALISMO
Número 1- 1987
Centro de Estudios Latinoamericanos División de Estudios de Posgrado Área de Estudios Latinoamericanos Facultad de Ciencias Políticas y Sociales Universidad Nacional Autónoma de México Ciudad Universitaria
FACULTAD DE CIENCIAS POLITICAS Y SOCIALES
Director de la Facultad
Dr. Carlos Sirvent Gutiérrez
Secretario General
Dr. Víctor Manuel Durand Ponte
Secretario Administrativo
Lic. José Germán Campos Martínez
Jefe de la División de Estudios de Posgrados
Mtro. José Luis Orozco
Jefe de la División del Sistema de la Universidad Abierta
Lic. Antonio Camarena
Coordinador del Centro de Estudios Latinoamericanos
Mtro. Severo Salles Albuquerque
Coordinador del Área de Estudios Latinoamericanos en la División de Estudios de Posgrado
Lic. Raquel Soza Elízaga
Coordinadora de Extensión Universitaria
Lic. Cristina Puga Espinoza
Jefa del Departamento de Puga Espinoza
Lic. Rosa María Lince Campillo
ORIGENES DEL MOVIMIENTO OBRERO MEXICANO: La junta de fomento de Artesanos: 1843 – 1845
Por José Emiliano Villaseñor Cornejo
Situación general
La junta de Fomento de Artesanos existió durante la etapa de la Dirección General de la Industria Nacional; ésta sustituyó al Banco de Avío (1830 – 1842) con el propósito de promover el desarrollo industrial, artesanal y agrícola del país.
El Banco de Avío contribuyó en general al establecimiento de algunas fábricas. Su clausura en 1842 se debió principalmente a que sus fondos se destinaron para auxiliar al presupuesto del año económico 1842 – 1843. La continuación de este empeño, por parte de Lucas Alamán y de otros políticos e industriales, fue la creación de la Dirección de Industria, que con escasos fondos pretendió dedicarse a la instrucción artesanal y agrícola y a la difusión de los adelantos científicos e industriales de los países más avanzados de la época.
Explicar la clausura del Banco de Avío y la subsecuente creación de la Dirección de industria como efecto de las dificultades económicas del país, es una generalización excesiva. Otra explicación consiste en atribuir la penuria de aquella época a los continuos levantamientos militares, al desfile atropellado de personajes ocupando el poder Ejecutivo y a la multitud de políticos que entraban y salían de los ministerios.
Esos años fueron de revueltas; Justo Sierra Los calificó como “los más espantables de nuestra trágica historia”. A las miserias y cuartelazos se agregaron la guerra contra Francia, en 1838; el problema con los colonos de Texas; la virtual separación de Yucatán, y, lo más grave, las presiones y amenazas norteamericanas en su afán por arrancarle México una parte de su territorio.
Esta compleja situación ha dado pie para que ciertas interpretaciones de los males de la época, tomen como causa determinante cualquiera de los elementos ya citados, y reclamen para sí autenticidad y validez. Se piensa comúnmente que Antonio López de Santa Anna, con sus antecedentes militares y su importante papel en la proclamación de la República fue el responsable directo, por haber sido protagonista de casi todos los levantamientos. Es curiosa la forma en que se olvida la importancia de otro general, también presente en todos los acontecimientos militares del periodo: Mariano Paredes.
Otra opinión de la corriente liberal dice que el origen del atraso y, por ende, de los problemas de México, se debió al poder económico de la Iglesia, a sus enormes riquezas inmobiliarias. Existe también la opinión difundida por los promotores de la industrialización, que postulaba que el trabajo y la educación eran las únicas soluciones para el atraso y sus manifestaciones (hambre, sublevaciones y cuartelazos).
Era general el reconocimiento de que cada levantamiento o revolución, como se le llamaba, una vez triunfante desplazaba a sus enemigos y se apoderaba de puestos y canonjías burocráticas. Cada grupo, una vez en el poder, reformaba las leyes y reglamentos en pro de los sectores que lo favorecían; hacía reformas legales para proteger, por ejemplo, a los cosecheros de algodón de Veracruz. Las más de las veces tales reformas eran inspiradas por comerciantes e importadores, enemigos poderosos de los aranceles proteccionistas.
La revuelta ocurrida poco antes de la clausura del Banco de Avío y creación de la Dirección de Industria, llamada revuelta de las Bases de Tacubaya (septiembre de 1841), no ha sido explicada convenientemente. Para Justo Sierra, esa revuelta se debió a un exceso de protección a la industria (por parte del gobierno de Bustamante), lo cual decidió a los importadores y comerciantes a encargar una tarea que el general Paredes iniciaría en provecho de Santa Ana. Mariano Otero afirma, en cambio, que el cuartelazo fue inspirado por los fabricantes e industriales, debido a que el gobierno autorizó en 1840 la introducción de hilaza por el puerto de Matamoros para auxiliar al ejército del Norte.
La primera opinión, la de Justo Sierra, parece la más acertada pues una vez triunfante el motín que Paredes inició en Guadalajara, el 16 de octubre de 1841, se decretó la derogación de la ley del 26 de noviembre de 1839, que había aumentado el derecho de consumo sobre efectos extranjeros en un 15 por ciento, según manifestó tiempo después el ministro de Hacienda Trigueros. Esta determinación del gobierno de Santa Anna fue una respuesta a la petición que la Junta Departamental de Veracruz hizo el 1.° de mayo de 1840, ante Bustamante; esa Junta fue apoyada por las de Guadalajara, Morelia, Tepic y México. Juntas que, según puede apreciarse, se hallaban influidas por comerciantes e importadores. El nuevo gobierno tenía, sim embargo, el mimo problema del gobierno anterior: los recursos del erario no alcanzaban para cubrir los inmensos gastos de una numerosa burocracia, comparable sólo a la de un país desarrollando de la época.
El malestar no era privativo de los comerciantes y especuladores; otros sectores del mismo gobierno, la prensa, los agricultores y los fabricantes pedían un cambio en la administración pública, que animara la vida económica del país. El ministro de Hacienda Trigueros expresaba en la Memoria de 1844 las tareas que tenía encomendada aquella administración,pues se trataba de reducir los gravámenes que ahogaban a la sociedad y de cubrir, al mismo tiempo, sus gastos:
Términos inconciliables al parecer y en cuya combinación, fácil era que se estrellase el concepto más popular. Si las exacciones, según va demostrado, no bastaban a cubrir la lista civil y militar, aumentada ésta, por el completo de muchos cuerpos, por las fuerzas que se habían levantado, por el costo de sus movimientos, por el crecido adeudo y por las posteriores y cuantiosas obligaciones que se habían contraído; preciso parecía que fuesen mayores a proporción los ingresos que se procurasen al erario, y que los impuestos que los produjeran fuesen así mismo mayores; pero si los antiguos eran gravosos y en su contra se habían pronunciado los pueblos ¿cómo no lo sería el aumento que recibieran?; el precepto de la opinión era imperioso y las necesidades exigentes: aquélla destrozó a la administración e hizo sucumbir al poder, y éstas, si debían satisfacerse para conservar a la sociedad misma, también dieron un poderoso impulso al último levantamiento. Un extremo demandaba libertad de exacciones; el otro las exigía mayores y violentas; una senda nueva, que complaciera ambos términos parecía ser la única que debiera elegirse; mas ésta demandaba tiempo para estrablecerse.
En aquel momento el gobierno de Santa Anna consideraba difícil la imposición de nuevos gravámenes, ya que su reglamentación y las posibilidades de recaudación eran escasas dado el ambiente de miseria y de hostilidad de la población. El camino elegido, según el ministro Trigueros, consistiría en promover a la industria, las artes, el comercio y la agricultura, para que estos giros (una vez productivos) permitieran la aplicación de impuestos sin mayores sacrificios y complicaciones políticas para el régimen.
Tal programa para el desarrollo del país se llevaría a efecto, según el gobierno, con recursos proporcionados por las siguientes medidas legislativas: administración por parte del gobierno de los ramos del tabaco, pólvora, náipes, azufre, y salitre; remate de las fincas de temporalidades, gravámenes al cobre, contribución para la construcción de la vía férrea de Perote a San Juan; un nuevo arancel que redujera los derechos de importación para alentar el tráfico y, en consecuencia, los productos; establecimiento de un sistema de contribuciones directas sobre industrias, talleres y demás negocios; contribuciones sobre artículos de lujo y carruajes; contribuciones sobre salarios, pensiones, y gratificaciones, y una contribución llamada capitacion, sobre todo hombre de 16 a 60 años.
La medida legislativa más importante fue la que clausuró el Banco de Avío, el 23 de septiembre de 1842, para ocupar esos fondos en necesidades más urgentes.
Estos cambios necesariamente tenían que reflejarse en sus proyectos de promoción industrial y artesanal, como se verá más adelante, ya que si no funcionaban como se tenía previsto, se volvían a repetir muy pronto las condiciones de zozobra y de agitación política y militar. La resistencia militar hacia este régimen fue sofocada, mientras que el ejército combatía contra los tejanos que invadían Nuevo México. Entre tanto, cumpliendo uno de los puntos que sostenía el movimiento triunfante, se hicieron elecciones para un congreso constituyente en 1842. Una vez instalado éste, los diputados empezaron a discutir entre otros asuntos el relativo a las responsabilidades del Ejecutivo, con lo cual pronto entraron en pugna con Santa Anna, quien mandó disolver este cuerpo legislativo a fines de ese año. En su lugar se nombró una Junta de Notables que comenzó a laborar a principios de 1843, y concluyó con la nueva constitución el 13 de junio del mismo año.
En 1843 cambiaron los planes económicos del régimen. Agobiado por la falta de recursos, en vista de que muchas de sus reformas no cumplieron sus expectativas, aquél optó por la imposición de un préstamo forzoso destinado a cubrir las reclamaciones de los norteamericanos, por medio de las leyes del 20 de abril y 5 de mayo de 1843. Decretó, también, la suspensión de órdenes de pago a cargo de las oficinas públicas; autorizó la emisión de bonos fraudulentos de la deuda exterior; vendió las salinas y sus acciones en las minas del Fresnillo, y expidió un nuevo arancel con derechos más elevados. Pero la medida más criticada fue la autorización a dos casas importadoras para introducir algodón en rama, actividad que había estado prohibida, monopolizándose así este negocio que dejó a las citadas casas una gran fortuna. Tal disposición, junto con el alza del arancel de aduanas, contribuyó económicamente al desprestigio del régimen, calificado ya por todos los sectores que podían manifestarse, como tiránico y funesto. Se repetía de este modo la situación que había alentado el movimiento militar de 1841.
Durante 1844, y debido entre otras cosas a las necesidades bélicas en Texas, se aumentaron algunos impuestos y se crearon otros, extraordinarios, para exacerbar aún más el ánimo de los grupos, opositores al régimen. Por si fuera poco, otra disposición obligó a los departamentos a proporcionar 30 mil hombres para el ejército, además de los 5 mil pedidos, a finales de 1843. La acción del gobierno llegaba así a todas las capas de la población, ya que el incremento de las fuerzas armadas se haría a costa de labriegos y de trabajadores de la ciudad.
Esas medidas acabaron por decidir a los políticos, militares y comerciantes a iniciar un movimiento para separar del gobierno al general López de Santa Anna. De nuevo correspondió al general Paredes, desde Guadalajara, pronunciarse, alentado por la Junta Departamental de aquella ciudad, pidiendo una investigación del Congreso al Ejecutivo. La reacción del gobierno fue lanzar sus tropas contra los sublevados y suspender al Congreso. Sin embargo, era evidente el malestar de todos los sectores hacía un régimen que consideraban incapaz y corrupto sin remedio. Así se sucedieron los levantamientos y las protestas de modo que Santa Anna fue desterrado, y el Congreso nombró al general José Herrera como presidente provisional el 17 de diciembre de 1844. Este gobierno habría de durar sólo un año, pues el general Paredes, encargado de rechazar la invasión norteamericana, se insubordinó: volvió sus tropas hacia la capital y dio golpe para nombrarse presidente el 3 de enero de 1846. Este grupo, según la opinión general, consideraba agotado el esquema de la republica centralista, y se preparaba para reiniciar aquí (después de Iturbide) el modelo monárquico como la única solución posible ante la amenaza de que México fuera anexado a los Estados Unidos. El régimen de Paredes sólo duró hasta agosto de ese año de 1846, restableciéndose así el sistema federal.
Durante esos cuatro años ya reseñados brevemente, los encargados del gobierno pretendieron hacerse de recursos, reducir el déficit presupuestal y crear las condiciones para el desarrollo industrial y agrícola del país.
Luis de la Rosa, ministro de Hacienda, dijo en 1845 que no era posible remediar el caos financiero del país mientras cualquier caudillo pudiera apoderarse del tesoro público y repartirlo entre sus seguidores. Para este ministro las guerras civiles o cuartelazos le costaban a la nación por partida doble, ya que los que se levantaban, después del triunfo se cobraban del erario, en tanto que el gobierno amenazado dilapidaba lo que tenía al frente para sostenerse en el poder. La repetición de estos hechos iba agregando cargas al presupuesto bajo las formas de empleos, recompensas, premios, pensiones y deudas. La opinión del ministro De la Rosa era cierta, pero no se aventuró a profundizar demasiado en el asunto. Detrás de las luchas entre proteccionistas y librecambistas que usaban en su favor facciones del ejército, se hallaban las casas comerciales dedicadas a la importación con sus contrabandistas y gestores. Estos últimos casi siempre fueron los embajadores de las grandes potencias de la época, los cuales, en el caso particular de Estado Unidos alimentaban claros deseos de apoderarse no sólo de los mercados y recursos de México, sino de parte de su territorio.
La constante agresión de Estados Unidos en este periodo que concluyó con la ocupación y despojo de más de la mitad del territorio nacional, distrajo gran parte de los recursos de la hacienda pública en gasto bélicos, desorganizó el sistema de aduanas por la abierta promoción yanqui al contrabando y, finalmente, trastornó la vida política. La industria mexicana, de por sí débil, experimentaría graves atrasos desde esa época; sus animadores habían agotado recursos y fuerzas.
En las páginas que siguen analizaremos los proyectos del Estado como complementos indispensables del desarrollo industrial.
En diversas ocasiones, funcionarios y periodistas sostuvieron la necesidad de auxiliar las tareas de promoción industrial con otras no menos importante como la difusión y la capacitación. En este sentido, casi todas las ideas provinieron de experiencias francesas; sólo algunas son de origen español. El gran proyecto educacional del periodo lo constituye el Colegio Artístico y la Escuela de Agricultura. El presente trabajo centra su interés en lo referido únicamente al artesanado, de tal manera que no se tratará el tema de la capacitación agraria.
I. El Colegio Artístico y la Junta de Fomento de Artesanos
El Diario del Gobierno de la República Mexicana publicó en su número 3024, del 3 octubre de 1843, el decreto del Ministerio de Justicia e Instrucción Pública que creaba dos escuelas la primera, de Agricultura, tenía como objeto la introducción y aprovechamiento de los métodos de cultivo modernos. La segunda, de Artes, pretendía “la enseñanza de conocimientos que sirven de base al ejercicio de las diversas artes y oficios”.
El programa de artes incluía clases de dibujo lineal de máquinas y decoración, y de matemáticas, química y mecánica aplicada a las artes. En el aspecto práctico se enseñaría el trabajo de la loza, porcelana, vidriería, curtiduría, tintorería, fundición, labrado y torneado de madera y metales e hiladuría y tejido de lino.
El decreto, además de proveer lo relativo al pago de maestros, asignaba una cantidad para la adquisición de libros, máquinas y modelos para instrucción. Las clases, por otra parte, se impartirían en el establecimiento designado para el colegio o en talleres de maestros acreditados bajo contrato con la Dirección de Industria.
Los alumnos serían nombrados por los gobiernos departamentales: uno por cada departamento (24 en total), y residirían en el colegio o en los citados talleres en calidad de aprendices. Se pensaba que después de un año, y previo examen, se escogerían cuatro de ellos para enviarlos a Europa a perfeccionarse. El proceso se repetiría cada año.
El presupuesto asignado al Colegio Artístico (o Escuela y Conservatorio de Artes, como también se le llamaba) se fijó en la cantidad de 24,988.00 pesos anuales. El decreto explicaba el origen de las aportaciones y la forma en que éstas se entregarían. Además de una asignación previa, que no se detalla en el documento, las aduanas de Tampico y Veracruz aportarían las cantidades del fondo creado por el decreto del 2 de diciembre de 1842.
En cuanto a la organización del Colegio, su director sería el titular de la Dirección de Industria, auxiliado por un vicedirector. El decreto explicaba que el gobierno, interesado en que los artesanos tuvieran una “representación ilustrada”, encargaría el Departamento de México la reglamentación de la escuela, escuchando para tal efecto a una comisión de artesanos acerca de la mejor manera de organizar una junta de fomento de artesanos.
La creación de ambas escuelas representaba un gran esfuerzo económico para el gobierno del general Santa Anna. La de Agricultura, por iniciativa del Ejecutivo, capacitaría a los administradores de las haciendas y ranchos, en tanto que la de Artes, creada a petición de un grupo de artesanos, prepararía teórica y prácticamente a los aprendices con el fin de establecer la base de un sistema de trabajo nuevo y mejor calificado para el país.
El 27 de diciembre de 1843 se instaló la Junta de Fomento de Artesanos, que sería el órgano encargado de reglamentar y dirigir las actividades del colegio artístico. Dicho acto fue presidido por el gobernador del Departamento, y contó con la asistencia de algunos socios de la Compañía Lancasteriana, además de un grupo numeroso de artesanos –socios de la Junta- y de otros asistentes. El objeto de la reunión era la presentación del dictamen sobre las bases del reglamento, que había sido encargado a una comisión. El documento consta de 20 artículos, y expresa la inquietud de los dueños de los talleres artesanales ante la competencia de las manufacturas extranjeras. El objeto de la Junta era proteger tanto a los artesanos como a los naturalizados, por medio del fomento de sus productos y la difusión y generalización de los métodos de sus productos y la difusión y generalización de los métodos de trabajo que se consideraran mejores.
El ingreso voluntario a la Junta quedaría sujeto a la aprobación de sus funcionarios, los cuales también podrían aceptar socios honorarios. La Junta se integraría, además del director, con un vicedirector, tres consejeros, dos secretarios, un tesorero, un contador y un artesano por cada arte u oficio. Los nombramientos respectivos en todos los casos serían hechos por el gobierno. A su vez cada representante artesano presidiría otros organismos secundarios denominados Juntas Menores Artísticas, auxiliado por cuatro diputados y dos secretarios.
El documento contiene además dos prevenciones importantes. Prohíbe la discusión de asuntos políticos en las reuniones de la institución y establece que éste de ninguna manera juzgará o arbitrará en los conflictos que se susciten entre los artesanos. Su intervención se reduciría en todo caso a formar los reglamentos en lo que se fijarían las bases para el cumplimiento de los contratos entre artesanos y contratistas. Otro aspecto de interés para los dueños de los talleres lo constituyó la promesa de la Junta en el sentido de recomendar al gobierno el consumo de productos nacionales que por su calidad compitieran con los extranjeros, de modo que se prohibiera la importación de estos últimos a nuestro país.
La educación de los aprendices antes mencionada se llevaría a efecto en casas de beneficencia que se crearían bajo la dirección de la Compañía Lancasteriana. En esas casas los alumnos recibirían los primeros conocimientos, al mismo tiempo que la instrucción artística o de oficio la impartiría el Colegio Artístico Mexicano. La práctica de estos conocimientos se ejercitaría en los talleres de los mejores artesanos.
Para ingresar a la Junta era obligatoria la matrícula merced al pago de una cantidad que fluctuaba entre dos y doce pesos por única vez y de pagar mensualidades entre dos y cuatro reales. Estos ingresos, unidos a la venta y rifas de artefactos de los propios trabajadores, servirían para estableces una caja de ahorros. Las utilidades que resultaran, según el mismo documento, serviría para premiar a los artesanos distinguidos para actos de beneficencia y gastos del establecimiento.
Al final de estas bases se expresa el doble propósito de estimular a los Departamentos para que instalen juntas similares y promuevan el consumo de manufacturas nacionales.
La elaboración de las bases ocupó varias sesiones a la comisión preparatoria. En el informe del 12 de diciembre de 1843, la comisión se dirigió al gobierno para fundamentar artículo por artículo el documento aludido. Después de señalar la situación crítica del artesanado durante la época colonial y la de los años independientes, en las que los trabajadores –afirmaban la Comisión- no contaba con ninguna protección, se destacaban las medidas llevadas a cabo en este sentido por el gobierno de Santa Anna. Sin embargo, en este punto la Comisión manifestó su impotencia ante ciertas dificultades que, de no solucionarse, harían vano cualquier esfuerzo. En primer lugar, tras reconocer la penuria del erario y la imposibilidad del gobierno para allegarse fondo y ayudar a la Junta a obtener recurso y así cumplir sus objetivos, la Comisión recomendó que el fondo lo constituyeran las aportaciones voluntarias de sus mismos socios. Si la Junta tenía en ese momento 1,683 artesanos inscritos, se consideraba que sus aportaciones mensuales darían al año 5,049 pesos, los cuales sumados al mismo capital en la caja de ahorros y otro tanto en el almacén, sumarían la cantidad de 15,147 pesos. Aquí habría que agregar por matrícula, según la Comisión, 6,000 pesos, que harían un total de 21,147 pesos. Esta suma rendiría, según cálculos, 4,999 pesos y 3 reales, colocados a crédito.
Estas utilidades, según se decía, permitiría a la Junta cumplir con su misión. Sin embargo, al llegar a este punto la Comisión manifestó al gobierno una preocupación: estos fondos debían considerarse sólo si los socios tenían la voluntad de cooperar y recordaba al gobierno que la Junta precisamente se había creado por la situación de ruina en que se encontraba la industria fabril y los talleres en general. Esta preocupación se agudizaba al considerar que era necesario dar protección a todos los artesanos, dueños o no de talleres. De esta forma, razonaba la Comisión, para cumplir con los fines de la Junta debían coincidir estos dos elementos: que se protegieran y fomentaran las artes y que los trabajadores concurrieran a la institución. Sin embargo, la Comisión no encontraba la forma adecuada de convencer a los artesanos.
La situación era de tal gravedad que la Comisión expresó:
Una desconfianza sin límite, una incertidumbre profunda, ninguna emulación artística, poca aplicación para producir dentro, y corta voluntad para aprovechar de lo de afuera, son los distintivos de los más de nuestros artesanos, debido este mal a la poca educación civil, a la muy imperfecta artística que recibían al lado de unas personas, que con la denominación de maestros , aunque ignorantes en sus deberes y responsabilidades, respecto de Dios, de la patria y de los hombres, escrituraban aquellas inocentes víctimas por el tiempo de cinco años; más bien para descaminarlas en lo general, que para corresponder a la confianza que en ellos se depositaba. De aquí nace la falta de espíritu público, las ideas imperfectas que tienen de sus derechos; el ningún interés de crearse necesidades útiles y de comodidades; el que ignoren la mayor parte aun los primeros conocimientos del saber; el que se conserven sin ningún amor a las artes y a la lectura, y con gran descuido en la buena moral.
Al llegar a este punto la Comisión confesaba que los problemas se hacían más grandes, ya que no era posible someter al aprendizaje a personas con obligaciones; que no era practicable difundir los conocimientos artísticos en idiomas extranjeros a personas que difícilmente dominaba el idioma nativo y que no tenían interés ni inteligencia por las artes y la cultura en general. Aquí la Comisión solicitaba al gobierno que se aplicara fueran de tal modo efectivas que se aprovechara el ingenio natural del artesano mexicano. Aconsejaba también que se tomara en cuenta la libre voluntad de los artesanos y de ninguna manera fueran estos coaccionados.
Para iniciar sus trabajos la Junta se propuso traducir obras de artesanos extranjeros, difundir extractos, reproducir dibujos y planos de artefactos y herramientas, los cuales se depositarían para su consulta en la biblioteca. La tarea del aprendizaje, como ya se dijo, se llevaría a cabo en casas de beneficencia. Para tal efecto se recomendaba solicitar un anexo en el Hospicio de Pobres, por coincidir éste en sus fines con los de la Junta. Proyectaba también la Comisión establecer fábricas para proporcionar trabajo a los artesanos; crear un montepío para las viudas, colocar a los huérfanos de los trabajadores en los talleres y, finalmente, extender sus beneficios a todos los necesitados. Estas bases, en fin, fueron aprobadas por el gobierno del Departamento de México el 27 de enero de 1844.
La tarea de difusión con su órgano periodístico Semanario Artístico, y las disposiciones gubernamentales que ordenaban a los departamentos la promoción de la Junta, dieron como resultado diversas manifestaciones de la provincia y de la capital en favor de los trabajos de la institución. Así, el 1.° de marzo del mismo 1844 se presentaron en el local de la Junta los miembros del gremio de coheteros con sus dirigentes a solicitar su ingreso.
Por otra parte, el proyecto para la creación del fondo de beneficencia, anunciado en las bases, se aprobó el 4 de marzo de ese año. El vocero de la Junta afirmaba que de ese modo se llevaba a cabo en el país el primer ensayo de una sociedad de previsión y de socorro mutuo, gracias a los esfuerzos de varios artesanos. Este hecho era, según el Semanario Artístico, el primer paso hacia la verdadera independencia nacional.
Dicho fondo, decía el documento publicado en el Semanario el 16 de marzo de 1844, se había creado para cubrir las necesidades de los artesanos. El propósito de basarse sólo en la cooperación de sus miembros se debía a que el gobierno, en primer lugar, era incapaz de auxiliar a la Junta en este sentido. Además, se señalaba que era tal la miseria pública y la paralización de los negocios, que sólo la cooperación de sus miembros sacaría adelante este proyecto. Se pensaba que de esta manera quedarían a salvo las viudas y los hijos los artesanos, a la vez que el fondo podría auxiliar en casos de celebraciones de matrimonios nacimientos y enfermedades.
En el proyecto se determinó que la cotización sería semanaria, dividida en cuatro clases de a medio real cada una. La de primera clase era para auxilio de enfermos; la de segunda, para los familiares de los socios muertos; la de tercera para ayuda de matrimonio, y la cuarta, para beneficio de los socios en los bautismos de sus hijos. Se aclaraba, en seguida, que pudiendo inscribirse los socios en cualquiera de las clases, o en todas, de ninguna manera se invertirían fondos de una clase en otra.
El fondo recaudado en un mes por cada una de las clases, menos la de los enfermos, se repartiría el día último. Los socios enfermos recibirían la ayuda una vez que acreditaran su padecimiento, tomándose en cuenta el estado de los ingresos de esta clase.
El proyecto asigna el 6 por ciento del fondo común para gastos de oficina, y para auxilio del fondo de la Junta de Fomento se descontaría otro 6 por ciento.
En los días que siguieron a la aprobación del fondo, numerosos artesanos y otras personas acudieron a inscribirse para recibir los beneficios de esta primera asociación mutualista. Uno de los que se inscribieron primeramente en la mutualidad fue el gobernador de México, general Ignacio Inclán.
Por otra parte, los trabajos de organización de la Junta continuaron con la presentación del proyecto para la formación de las Juntas Menores, conforme al artículo 6.° de las bases.
La Comisión encargada de presentar el proyecto quiso combinar el interés general del artesanado con el particular de cada miembro, de modo que quedaran asentadas en el documento las necesidades de los trabajadores con apego a la realidad. Por lo anterior la Comisión aconsejó la participación con voz de todos en estas Juntas Menores, “de este modo llegarán las quejas de los miserables hasta la Junta General”. Es decir, estas organizaciones estarían compuestas por oficiales y aprendices que no eran sino trabajadores asalariados.
Sobre el sostenimiento de las Juntas Menores el proyecto aconsejó que se les adjudicara los fondos pertenecientes a los gremios extinguidos. La administración de este fondo quedaría en manos de un representante que los mismos trabajadores nombraron. Se sugirió también que los reglamentos internos fueran formados por los mismos interesados, partiendo del hecho de que existía el propósito de hacer de las Juntas institucionales netamente liberales, es decir, democracia. El proyecto en sí consta de 12 artículos, y fue presentado para su discusión en la Junta General el 12 de marzo de 1884 y publicado en el Semanario el 23 del mismo mes. En la siguiente sesión, dicho documento sería aprobado.
La formación de las Juntas Menores se efectuaría con la convocatoria a todos los artesanos por oficio, a una asamblea en el local de la Junta General, la cual sería dirigida por el presidente respectivo.
La convocatoria sería general, para inscritos y no inscritos. Una vez que se leyeran las bases se pediría su incorporación al organismo, para efectuar en seguida el nombramiento de los seis representantes.
Los artesanos inscritos también tendrían voz y voto en las asambleas, cuidando sus responsables de no tratar en las sesiones asuntos políticos. La asamblea podría ser disuelta por su presidente si se exaltaban los ánimos o se producía algún desorden. Las resoluciones de la Junta Menor serían iniciativas para la Junta General.
Posteriormente, el 15 de abril, se presentó un reglamento para la instalación de las Juntas Menores a la Junta General, que fue aprobado el 2 de mayo de ese año. En su presentación la Comisión señaló que la Junta General por sí sola sería nula e insignificante. Las Juntas Menores, decían los autores del documento, tendrían la encomienda de perfeccionar las artes en el país, para consolidar la verdadera libertad e independencia nacional.
La instalación de las Juntas se llevaría a cabo dos días a la semana, para lo cual la Junta General se dividiría en tres comisiones con el fin de distribuirse las tareas. El reglamento especificaba, además, otros detalles de procedimiento.
El 4 de mayo, el Semanario avisó que después de un sorteo se habían designado las artes de tintorería y bordaduría para iniciar la instalación de las Juntas Menores. Entre tanto, gracias a la difusión del Semanario, el 30 de marzo se anunciaba la solicitud de 200 curtidores y su presidente para incorporarse a la Junta; a la vez se notificaba que el 14 de marzo pasado se había instalado en Sn Luis Potosí la Junta de Fomento de Artesano de ese Departamento. Esta Junta de provincia notificaba su propósito: que los artesanos recibirían la instrucción primaria en la Escuela de Adultos de esa capital; que se suscribirán al Semanario y alentará el consumo de productos nacionales. Finalizaba el documento asegurando que dicha Junta mejoraría la suerte y condición de los artesanos.
La instalación de la primera Junta Menor, como ya se dijo, correspondió al arte de la tintorería. En dicho acto el vicepresidente de la Junta General pronunció un discurso. En él se destaca la exhortación que hace a los oficiales para que realicen un pequeño esfuerzo, con constancia, para llevar adelante las bases, las cuales, afirmaban, pugnan porque se regularice el aprendizaje y se agrupen los artesanos por ramos para comunicarse ideas de mejoramiento. El fin sería que los productores o manufacturas mexicanas lograran rivalizar con las extranjeras. Recalcaba, asimismo, la necesidad de moralizar a los artesanos de modo que cumplieran con sus compromisos: los oficiales ante el patrón y éste ante el público consumidor.
Más adelante el vicepresidente defendió el cobro de la cuota para el fondo, ponderando los beneficios que la cooperación traería a los socios. En general destacó que la Junta se proponía por medio de ellos romperá las cadenas de la industria extranjera. Esta tarea, señalaba, sería cumplida por los artesanos sin comprometer al gobierno, “limando los remaches de los grillos que impiden a la nación marchar por el camino de su felicidad y ventura”.
En su contestación, el representante de los tintoreros agradeció al gobierno que se ocupara de la suerte de los únicos que podían engrandecer verdaderamente a la patria, anticipando la colaboración de su gremio en la tarea de abrir por primera vez en México las puertas a la industria fabril.
El 9 de mayo se verificó la instalación de la Junta Menor de bordaduría. Como en la sesión anterior, correspondió al vicepresidente de la Junta General dirigir la ceremonia. En su discurso el funcionario de la Junta alabó la organización de los bordadores, recordando su antigüedad y sus grandes habilidades. Estos artesanos se distinguían por sus cuadros, lo que hacía innecesario el aprendizaje. Los bordadores no habían sufrido ninguna ruptura en su trabajo y organización laboral. La mayor parte de la intervención del vicepresidente fue dedicada a elogiar a la industria y a los gobernantes protectores, como base de la prosperidad. Para terminar, invitó a los bordadores a no desmayar en sus propósitos de superación.
Unos días después se instaló la sección de hojalatería. La ceremonia la presidió el vicepresidente de la Junta. La ausencia del presidente se debió a que la Junta General lo envió a sembrar lino para recabar fondos.
La instalación de la Junta Menor del ramo de batihojería, se llevó a cabo el 17 de 1844 en tanto que se anunciaba otra instalación en el Semanario del 1.° de junio; la de donadores.
En cuanto al fondo de beneficencia, el 4 de junio se realizó la primera distribución de peste. De los discursos habituales basta mencionar el elogio del director general de la Junta, al referirse al general Santa Anna, “que supo proporcionar a los artesanos los medios de reunirnos y hacer la felicidad vuestra…”
Según las cifras que aparecen en el Semanario el fondo registra 318 inscripciones, cuyas cotizaciones ascendieron a 103 pesos y un real, después de hechas las deducciones del 12 por ciento y otras pendientes, quedan 82 pesos, 5 reales. Una persona resultó beneficiada con 13 pesos y un real para la 3ª. clase. Así quedó en la tesorería la cantidad de 69 pesos, 4 reales.
Sobre el proyecto de la escuela de artes, el 22 de junio el Semanario publica que el Diario Oficial había comunicado que la citada escuela contaba ya con reglamento y algunos profesores, pero carecía de local; agregaba la nota que se hacía gestiones ante el Colegio de San Ildefonso para que se rentara o vendiera el convento del Espíritu Santo al gobierno.
El 21 de julio de instaló la Junta Menor de Coheteros. Ahí el vicepresidente de la Junta, después de felicitarlos por su decisión, les comunicó que, con la regularización del aprendizaje, los adelantos de la química y el auxilio del dibujo y la arquitectura, su trabajo acreditaría la admiración del pueblo hacia ellos.
La instalación de la Junta Menor, la del ramo de música, se verificó el 16 de noviembre de 1844. Previamente se había hecho la solicitud de ingreso por parte de una comisión de profesores de música o filarmónica, como ellos se llamaban. En aquella ocasión su dirigente manifestó al vicepresidente de la Junta que la combinación de las ciencias y las artes afirmaban la libertad y daban apoyo a las jóvenes repúblicas. En su discurso, el profesor se lamentaba de la suerte corrida por sus compañeros, tiempo atrás desamparados por el gobierno. Al término de su intervención manifestó su esperanza de que la Junta los estimulara para prepararse y competir con los músicos europeos. El funcionario de la Junta, en su contestación, les aseguró el apoyo de la institución, felicitándolos por su decisión, pues los momentos críticos que vivía el país hacía imprescindible la unión de los artesanos mexicanos para formar instituciones filantrópicas, que elevaran a México al nivel de las naciones civilizadas. Este acto de los profesores de música, finalizaba el funcionario, ayudara “al trabajo del edificio que las bellas artes preparan a la verdadera libertad nacional”.
La instalación de esta Junta, como ya se dijo, ocurrió el 16 de noviembre, y los discursos, aunque más extensos y numerosos, no se apartan de los reseñados. Conviene destacar la importancia de los filarmónicos, ya que ellos cooperaron en la ceremonia de instalación de la Junta. Más tarde ofrecieron un concierto a beneficio de la misma, y en la instalación de su junta menor acudieron en gran número, llenos de entusiasmo ante la posibilidad de vez engrandecido su oficio con la ayuda de la Junta y el Gobierno.
La directiva del fondo de beneficencia informó el 8 de agosto la segunda liquidación, en la cual, después de unos auxilios, su total ascendía a 57 pesos.
El 23 de noviembre de 1844, el Semanario publicó un resumen de lo acumulado y distribuido por el fondo de julio a octubre. Había recaudado 39 pesos, 6 reales; menos honorarios del recolector, quedaban 32 pesos, 2 reales. El fondo tenía 54 pesos, un real. En tres meses estos produjeron 22 pesos; en total, 76 pesos, un real. Quedaron en el fondo 68 pesos, un real (1ª. clase); 11 pesos, 2 reales (2ª. clase); 4 pesos, un real (3ª. clase); total 83 pesos, 3 reales.
El 30 de noviembre el Semanario notificó que el director de la Junta había renunciado a su cargo. Por otra parte, el director de Industria, Alamán, en su informe de 13 de diciembre de 1844 que se tenía contratada la compra del convento de San Jacinto, anexo a la hacienda del mismo nombre, para el establecimiento de la Escuela de Artes. Alamán agregaba que “la escuela de artes se ocupará especialmente de formar artesanos diestros, en particular en todos aquellos ramos que son más necesarios y menos conocido”.
En su número del 15 de febrero de 1845, el Semanario comentaba el derrocamiento de Antonio López de Santa Anna favorablemente, al tiempo que sostenía que los cuartelazos y revueltas influían negativamente en el desarrollo de las artes.
Más adelante, en mayo de ese año, ante la revisión que pretendían hacer las autoridades del decreto que creaba la Escuela de Artes con el fin de nulificarlo, el Semanario se dirigió al gobierno con la solicitud de que el decreto se mantuviera a pesar de su “ilegalidad y odiosidad de origen”, pues, aunque reconocía que el régimen anterior era merecedor de todas las condenas, el decreto en cuestión representaba una medida importante para el futuro del país.
La siguiente semana, el 17 de mayo, el Semanario insistió en la necesidad de la instrucción para artesano y operarios industriales, tomando como ejemplo el progreso de la industrialización europea.
En julio de 1845, aún no se proporcionaba los fondos para el funcionamiento del Colegio Artístico, a pesar de contar ya con la aprobación del Congreso y del Ejecutivo. Circunstancias extraordinarias impedían al parecer la remisión, lo cual hace dudoso que la escuela llegara a abrirse o a inaugurarse antes del fin de ese año de 1845. Al mismo tiempo, se pensaba reformar los reglamentos para que ambas escuelas (agricultura y artes) se establecieran en el mismo edificio por razones de economía. Para la primera, se nombró director al Sr. Melchor Ocampo, mientras que el teniente coronel Bruno Aguilar, educado en Europa en artes, fue designado vicedirector de la segunda.
El Semanario Artístico se suspendió con el número 78, del 10 de enero de 1846. Sus editores avisaron que continuarían con el segundo tomo en cuanto los suscriptores cubrieran sus adeudos. Las noticias sobre la Junta de Fomento, el funcionamiento posterior del fondo de beneficencia y el establecimiento del Colegio Artístico, deberán buscarse en otras fuentes. Sin embargo, los acontecimientos que siguieron hacen suponer que cuando menos la Junta, como institución organizadora del Colegio Artístico, desapareció con la salida de Lucas Alamán de Junta de Industria. El fondo de beneficencia, al menos, pueden considerarse como una de las primeras sociedades mutualistas que se establecieron en México. Habría que considerar que en otra publicación, el Seminario de la Industria Mexicana, se habla, en 1841, de una sociedad que fue fundada en 1839 en Orizaba, Veracruz, con el nombre de “Establecimiento Mercantil y de Seguridad de la Caja de Ahorros”. Por la lectura de los estados de cuenta y del discurso de su dirigente, esta sociedad al parecer no se componía de artesanos y trabajadores, sino de comerciantes.
La difusión que hizo el Semanario de la Industria del funcionamiento de esta caja de ahorros, obedeció al propósito de influir en los artesanos para que ensayaran esta forma de organización, aunque como es obvio la exhortación se dirigía también a los patrones y comerciantes.
Los editores consideraban que de la previsión se llegaba a la economía, y de ésta al orden. Las cajas de ahorro serían la solución a la desorganización tradicional de los artesanos y, también, de la miseria y violencia que se apoderaban de los trabajadores en las grandes poblaciones, poniendo en peligro la existencia misma de la sociedad. Las cajas de ahorro serían, en consecuencia, una posible solución al pauperismo y un amortiguador de la lucha de clases. Con el propósito de reforzar estas opiniones los editores insertaron algunos párrafos en un discurso del rey de Suecia, pronunciado en 1817, según el cual la previsión y el ahorro serían observados no sólo por los gobernantes y los industriales, sino también por las clases trabajadoras para los casos de enfermedad y muerte.
La publicación de discurso y artículos de gobernantes, políticos, filósofos e industriales extranjeros fue algo común en los dos periódicos que se reseñan en este estudio; se incluían casi siempre a la mitad de un artículo para reforzar los consejos y conclusiones que se consideraban más importantes. En el ejemplo anterior, de las palabras del citado rey de Suecia, se pasaba a la recomendación dirigida al gobierno para que interviniera en el asunto, ya que el artesano no iba a ahorrar por iniciativa propia. Más todavía, pedían a los dueños de fábricas y talleres que, obrando de común acuerdo, impusieran un pequeño descuento semanal o mensual a los trabajadores para establecer un fondo común destinado al auxilio por accidentes en el trabajo y fallecimiento.
En cuanto a la reglamentación de las cajas de ahorros, los editores del Semanario de la Industria detallaban brevemente la manera en que debería hacerse una distribución de fondos. Podían ser extraordinarias y ordinarias. Las primeras serían de socorros para personas que las solicitaran, y las segundas de pensiones temporales o de por vida. A su vez, las ordinarías de por vida ayudarían a trabajadores mutilados por accidentes de trabajo para las viudas, padres o abuelos dependientes y huérfanos. Por último, las ordinarias temporales se aplicarían a los hermanos menores del trabajador fallecidos si fuesen huérfanos. Este modelo de organización que aconsejaban los editores precedía al anuncio de que se tenía conocimiento que en algunas fábricas mexicanas se habían iniciado ya los ensayos de cajas de ahorros y mutualidades.
II. Educación y Moral
La Dirección de la Industria Nacional, a través de los citados semanarios, dio gran importancia a la educación artesanal como una forma de apoyo al fomento de la industria. Dicha educación se dividiría, según sus promotores, en instrucción de artes y oficios y principios morales.
Las juntas de industria establecidas en varias ciudades se dieron a la tarea de promover la creación de escuelas primarias y de artes y oficios, sostenidas con el producto de contribuciones. Se destacan en este sentido las iniciativas de las juntas de Guadalajara y Puebla. Esta últimas incluso formó un reglamento para sistematizar la instrucción primaria en ese departamento.
La creación de estas juntas, cabe señalarlo, se efectuó debido a una exhortación de la de México, la cual a su vez estaba inspirada en las juntas españolas denominadas “Amigos de la Patria”. Estas asociaciones iban más allá de la protección a la industria, ya que defendía cualquier tipo de obra nacional y fomentaban la enseñanza artesanal.
La instrucción artesanal –según los editores – acabaría- con el espíritu y con la imperfección de los productos y, sobre todo, provocaría la baja de los precios de éstos. La falta de protección a las artes y los oficios por parte de los precedentes gobiernos, hizo de los artesanos productores toscos y decadentes, incapaces de competir con las obras de los artesanos europeos. Después de la Independencia del país sólo se había favorecido a las armas y a las bellas artes; los políticos y legisladores habían olvidado los verdaderos intereses de la nación. Esta situación provocó el desempleo y la miseria del pueblo laborioso, agobiado por los impuestos y presto a lanzarse a la violencia y a las revueltas.
La educación de las artes y oficios sería considerada con más amplitud que la educación en general, que abarcaba las relaciones religiosas, morales físicas e intelectuales, ya que este tipo de instrucción no se limitaría únicamente a la niñez sino a individuos de todas las edades, que en su mayoría habían perdido ya el hábito de estudio. Los beneficios se notaran incluso en las familias de los artesanos, pues si la educación doméstica era la base de la instrucción pública, un artesano instruido transmitiría sus conocimientos e sus hijos.
El estudio haría de los artesanos individuos de mejores costumbres, más calificados, lo cual beneficiaría a la sociedad en general. A su vez la profesión artesanal misma resultaría dignificada, consiguiéndose de ese modo que los trabajadores guiaran por la misma senda a sus hijos, evitando la saturación de solicitantes de empleo en el gobierno y la grave plaga de los ociosos.
La instrucción – recalcaban los editores – era todavía más útil al gobierno. Los conocimientos elementales para las mayorías garantizaban la paz pública, pues el estudio y el trabajo alejaban la violencia y daban estabilidad a los gobiernos. Era necesario, pues, fomentar la educación por medio de contribuciones. En apoyo de los conceptos anteriores, se incluyeron en el Semanario de la Industria algunas frases de un escrito de Chateaubriand, de 1828 en favor de la instrucción pública, y en contra de la educación universitaria considerada entonces como elitista. Entre las ventajas de la instrucción elemental se destacaba el mejoramiento de la especie, ya que el trabajador que se educaba obtenía un mejoramiento en su situación personal, con lo que se aumentaba la riqueza del Estado. Se consideraba también que la instrucción, siendo general, evitaría el peligro de la violencia social, pues esta manera los que tuvieran conocimientos no se aprovecharían de los analfabetos para socavar las instituciones. Estos conceptos fueron completados con la noticia de los editores de que el Congreso estudiaba la forma de adecuar el funcionamiento de las juntas de fomento a los propósitos de la instrucción popular.
La promoción educativa tenía también sus riesgos. Se pensaba que siendo necesaria la instrucción acerca de las necesidades y consumo de la población, existía el peligro de la emigración del campo a las ciudades; es decir, la educación impartida debería desarrollar el espíritu de consumo de los efectos del lugar de origen, cuidando de no exaltar la ambición y la vanidad que impulsaban a abandonar las labores agrícolas.
El Semanario Artístico dedicó varios artículos a la moral: entendida ésta como disciplina que llevaba a conocer y cumplir con un deber o trabajo. La tarea que se imponía el Semanario era aplicar las doctrinas o consejos morales a la vida cotidiana de los artesanos. Si se consideraba que los actos del hombre tenían como objetivo la felicidad, había que dotarlo de instrucción y principios para que la obtuviera. La búsqueda de la felicidad, definida también como intranquilidad, insatisfacción, vació espiritual, sólo se consideraba propia de hombres de cierto nivel social e intelectual. Se pensaba que los artesanos, como miembros de las “clases miserables”, satisfacían su anhelo de felicidad con el sudor de su rostro, igual que los animales lo hacían después de comer. Para el Semanario esto era falso. Los artesanos compartían el deseo inherente a todos los hombres de acceder a un bien desconocido, desde luego con las limitaciones propias de su condición. Este deseo de felicidad, de mejorar su suerte, móvil de todas las acciones hermanas, se podía buscar por dos caminos: el de la virtud y el del crimen. El primero se cimentaba en el cumplimiento de los deberes, en tanto que el segundo era consecuencia del abandono, la rutina y la ignorancia.
Para remediar la situación el Semanarios se propuso exaltar el trabajo. Si la suerte del hombre se hallaba sometida a la necesidad de trabajar, la condición de los artesanos era verdaderamente trágica. Las tareas artesanales, por fatigosas y rutinarias, resultaban con seguridad inútiles y áridas para el entendimiento del trabajador, quien, en medio de su abatimiento, dudaría de la doctrina que lo colocaba como objeto de la creación si no se le daba una explicación justa. Según el Semanario, los artesanos debían saber que ellos eran el instrumento de Dios para transformar la naturaleza. Del trabajo oscuro y fatigoso, sin aparente recompensa, nacía la inteligencia, lo mismo que las influencias en la moralidad surgían del mismo proceso de desarrollo al afectar éste las relaciones sociales. Los esfuerzos de los trabajadores hacían posible el ocio, mediante el cual surgirían razonamientos útiles en forma de doctrinas morales, provechosas a las clases laborales para su bienestar y felicidad.
La contribución del artesano en la creación de la riqueza convertía su trabajo en una virtud, ya que era su única aportación a la sociedad, a quien todas las clases debían cuanto eran. El trabajo artesanal considerado así, como virtud, a pesar de ser patrimonio de la sociedad entera, se convertía en la dote de las clases menesterosas. La suma de todos estos trabajos, oscuros y modestos, formaba un templo en el cual resonaba “el concierto del himno de la sumisión a los decretos supremos”, pues el trabajo era la escuela de la resignación en la medida que mostraba la mutua dependencia y castigaba la vanidad, al tiempo que recordaba que la existencia no era más que una etapa de preparación para ir al más allá.
La embriaguez se consideraba la mayor playa de la época pues provocaba entre otras cosas las faltas al trabajo y la pérdida de jornales. El juego, menos grave que el alcoholismo, también era considerado por el periódico como una práctica peligrosa. De un inicio simple, aparentemente limpio, se pasaba al albur, la rayuela, la taba, etc., ocupando no sólo las horas fuera del trabajo sino la jornada misma. Por otra parte, se apostaba primero poca cosa, hasta llegar al salario completo, y de ahí desembocaba el vicio en otros mayores, pues el operario en su en su desesperación se asociaba a tramposos, alcohólicos y toda clase de ladrones, terminando en la miseria o la locura.
La contrapartida del trabajo o vagancia, fue tratada por el Semanario para convencer a los artesanos más reacios a mostrar más entusiasmo por su profesión. El objetivo del periódico –lo decían claramente- era que el trabajador se horrorizara a la vista de la pereza y la inanición. Después de definir al vago como ser carente de domicilio, medios de subsistencia, oficio o profesión, señalaba el periódico sus relaciones. Lo confundía con los viciosos y malhechores en su apariencia y forma de comportamiento. Los vagos –según el Semanario- se hacían desde pequeños. Abandonados por los padres que trabajaban todo el día en las fábricas, se dedicaban a recorrer las calles de México sin atender ni respetar a sus madres, adquiriendo enseñanza de vagos mayores. Estos pequeños vagos, sin control alguno, desertaban de las escuelas y después de sufrir golpes, explotación y miseria por parte de sus propios padres, huían, asociándose con mendigos y ladrones. De los que se dedicaban a trabajar – decía el Semanario- “¡Ojalá no hubiese ningún maestro de taller, ni director alguno de fábrica a quienes no pudiera dirigirse iguales reconvenciones, y que con la extrema dureza de sus modales para con sus aprendices, no contribuyeran también a alimentar la vagancia!”. Las humillaciones a los menores, en forma de correcciones brutales, en lugar de obtener un nuevo comportamiento propiciaban la apatía y la desvergüenza en los aprendices, arrojándolos a la vagancia.
Al tema del robo dedicó dos artículos el Semanario. En el primero, más que hacer señalamientos morales, el periódico denunció como causa principal de los robos la inestabilidad política del país. Era evidente que los continuos cambios políticos y golpes militares afectaban las fuentes de trabajo, provocando el desempleo de los artesanos, los cueles se veían obligados a buscar recursos mediante el empeño de lo poco que tenían, para dedicarse después a trabajos pasajeros hasta caer en los juegos de azar, el fraude y el robo.
Declaraba el Semanario que le crisis de esa época obligaba a los artesanos de provincia a emigrar a la ciudad de México en busca de trabajo. Sin embargo, como aquí también se manifestaba con gravedad la paralización de las fuentes de trabajo, la necesidad obligaba a los trabajadores a robar. Esta situación, desconocida entonces en la capital del país, creció y se generalizó en toda clase de raterías, desde la sustracción de simples pañuelos en plazas y jardines, hasta monederos en iglesias, portales y teatros.
El segundo artículo sobre robo lleva también el mensaje moral, pues tiene como objetivo destruir en el artesano los primero impulsos o alicientes del vicio del robo. Se le recomienda que no dé el primer paso en este terreno, pues será después muy difícil corregirlos.
Finalmente, otras variantes de este delito son detalladas por el periódico y aquí se deslizaban más bien apreciaciones propias de los dueños de las fábricas. Por ejemplo, el Secretario calificaba como robo del artesano cuando éste se dedicaba al ocio durante su jornada de trabajo; cuando el maestro desperdiciaba materiales en perjuicio del contratista y cobraba más.
Tal vez lo que pueda resumir la preocupación general de este periodo fue consignado unos años antes por el Semanario de la Industria Mexicana, al referirse al problema de la seguridad de las personas. No era posible prosperar por medio del trabajo en un país que no garantizaba la seguridad de sus habitantes. Pero esta seguridad, para ser efectiva, debía provenir de instituciones políticas debidamente combinadas con las costumbres del pueblo. Era necesario –según el periódico citado- legislar sobre contratos, aunque se celebraba el reciente establecimiento de los tribunales mercantiles. Faltaban leyes sobre el trabajo, que reglamentaran las relaciones entre propietarios y jornaleros, leyes sobre salarios, el aprendizaje industrial y la reglamentación del crédito.
Apéndice
ÍNDICE DEL TOMO 1 DEL SEMANARIO ARTÍSTICO[1]
A
- Academia de San Carlos. Sus premios, #64; su convocatoria #7, p. 4; sobre su arreglo. #50, 3 y 4.
- Alambre de zinc. Modo de hacerlo, 70.
- Alfareros 17, (véase porcelana y vidriados).
- Algodón. Examen de sus fibras #56; fábricas, 59.
- Amoladores. Afiladuría, 46; modo de suavizar el filo de las navajas, 58.
- Aprendiz. Periódico Artístico de México, 24 y 25.
- Arancel mexicano, 71, 73 y 74.
- Artes en general, 1, 4 y 6. Necesidad de su cultivo en México, 51: de los indios mexicanos, 45; de los Estados Unidos, 1, (véase escuelas)
- Artistas en Roma, su número, 59.
- Aire condensado. Nuevo Locomotor, 59.
B
- Barberos. Modo de suavizar las navajas, 58.
- Barnices, 8,9,10,11,12,16,17,54.
- Bases para el reglamento de la Junta de Artesanos 1 y 5.
- Batihojas, instalación de su junta, 17.
- Biblioteca para artesanos, 28.
- Bombas de incendios, 69.
- Bordadores, instalación de su junta, 14 y 15.
C
- Cajas de ahorros, 25, 43 y 76. Su economía política; ideas sobre ellas del Ayuntamientos de México, y esperanza de establecerlas en esta capital, 77. Nuevo Locomotor, 59.
- Camino de hierro, 55.
- Canteros. Modo de pulir los mármoles, 70 y 75.
- Carey. Modo de labrarlo, 22.
- Carpinteros. Conservación de las maderas, 22 y 48. Para hacer la madera incombustible, para teñirla de negro, para imitar la caoba, una nueva sierra y madera de cocotero, 48. Cola fuerte para impedir que se pudra la madera, 58. Para hacer adornos sobre la madera trabajada al torno, 63. Ebanistería, lobanillos: maderas de labor. 67. Coloración de las maderas, 68. Metalización de ellas, 72.
- Cartón, cuero, incombustible de muzgo, helado y para techos 72. Pizarras artificiales. 45.
- Cátedras: de ciencias aplicadas a las artes en París, 53; de Geometría y Mecánica en la República, 4; de Dibujo de San Luis Potosí para los artesanos, 75.
- Cereros. Modo de hacer el lacre, 52 y 65.
- Cobraros. Modo de broncear estatuas y limpiar adornos, 53.
- Coheteros. Instalación de su junta, 22, 23 y 34.
- Colegio artístico, 41.
- Concha. Útiles y adornos de ella. 53. Modo de solidarla, 64.
- Conciertos filarmónicos en el teatro de México a favor de los artesanos, 15 y 16.
- Consejeros: de Franklin, 5. Las cosas a medias, 41.
- Costumbres de los artesanos, 5.
- Cloruros, 72 y 75.
- Crónica industrial extranjera, 55.
- Cuerno. Modo de trabajarlo, fundirlo y vaciarlo, 64.
- Curtidores. Se presentación a la junta, 8. Preparación de los aceites para adobar las pieles en la tenería. Nueva sustancia para curtir. Nuevo procedimiento en los curtidos. Modo de hacer pieles impermeables. Descubrimiento importante a los curtidores: Tenerías en la Isla de Cuba. Betún para el correaje, 35.
D
- Daguerreotipo, 50 y 59.
- Decretos para comprar una finca y disponer los gastos para la escuela de artes, 12.
- Dedicación de las mujeres a los trabajos artísticos, 57.
- Desmanchadores. Composición de una pasta para quitar manchas: Líquido para quitar la mugre. Reactivo para diversas manchas. Modo de volver el lustre a las sedas: Manchas en terciopelo. Idem sobre paño escarlata. 44.
- Dibujo, 21, 32, 33, con una lámina, 34 y 37. Modo de preparar el papel o lienzo, 59. Cátedra de él en San Luis Potosí, 75.
- División de los trabajos en las artes y oficios, 58.
- Doradores. Noticia de la instalación de su junta, 17. Modo de dorar el acero y el hierro, 28 y 39. Enfermedades a que se hallan expuestos, 43. Método electro-químico para dorar la plata y el latón. Modo de limpiar el dorado de los marcos. Barniz para imitar el dorado. Métodos para platear el cobre sin necesidad de fuego. Para platear el marfil. Para dorar la plata sin fuego. Para hacer letras o dibujos de oro sobre acero, 39. Modo de limpiar el cobre dorado, 58. Dorado galvánico, 70.
E
- Ebanista. Embutido, 67.
- Economía doméstica: su influencia, 23. Modo de librar la putrefacción de algunos objetos; de conservar las frutas; de limpiar alhajas de oro, 58. Paja combustible, 70. Cartón para techos, 72; para pizarras, 45. Cloruro de cal, 72 y 75. Pintura para ladrillos, 29. Para destruir las yerbas, 45.
- Educación, moral. La felicidad, 2 y 15. El sentimentalismo moral, 3. Costumbres de los artesanos, 4. Consejos de Franklin. Lorenzo o el artesano, novela, 5. La embriaguez, 6,35 y 76. El juego, 7. El trabajo, 10,11,20,25 y 46. Los vagos, 12 y 68. El amor al trabajo, 13 y 21. Apólogo, 14. El robo 17 y 18. Influencia de la economía, 23. Necesidad de la educación, 21 y 25. Máximas, 20, 27, 43, 52, 53 y 63. El pintor, novela, 29. Ser fiel a su palabra, novela, 31. Los tres amigos: apólogo, 37. Un árbol, parábola: un buen ejemplo, y una buena respuesta, 38. El ocioso y el virtuoso. 39. Problema de un Virrey de Cantón, 46. Una acción generosa, 51. La justicia, 69.
- Educación primaria, 28, 37 y 44. Escuela nocturna de la compañía Lancasteríana, 26, 27, 32 y 43. En Jalisco, 41. Escuela normal de D. Miguel Rico, 70 y 76, (véase Dibujo y Geometría).
- Educación social, 28 y 32. De la seguridad de la propiedad, 51. Deberes sociales de los artesanos, 72.
- Educación artística, 75, (véase barniz, colegio, dibujo, escuelas, geometría, instrucción, matemáticas y mecániza).
- Educación política. Indiferencia por el bien común, el amor a la patria, 48 y 70. La libertad, 49. La paz, 51. La paz, 51. Las glorias de la patria, 34 y 70.
- Educación física, 46 y 71.
- Educación literaria, 22. Historia de la industria fabril, 55.
- Encuadernadores. Modo de limpiar los grabados y los libros, 53; de imitar el papel plateado, 65, (véase cartón).
- Escuela de Artes, 12,20,58,63 y 65. En Edimburgo, 24 y 28. En Jalisco, 48.
- Escuela de comercio. 5.
- Escultores. Modo de dorar y broncear las estatuas, 29 y 53.
- Espíritu de la prensa mexicana con respecto a las artes. El Lucero de Tacubaya, 3. La Voz de Michoacán, 5,11,12,15,32 y 26. El Siglo XIX, 7,13, y 59. El Semanario político de Nuevo León, 9 y 34. El Regenerador de Oaxaca, 15. La Gaceta de Tamaulipas, 19. Impresos de Aguascalientes, 34. Registro Oficial de Durango, 45. Mercurio poblano, 35. El Jalisciense, 45. Boletín Oficial de San Luis Potosí, 52. El Patriota Mexicano, 67. La Voz del Pueblo, 68.
- Estadística de las Artes: 10; de la industria de Querétaro, 75.
- Exposición de Artes; su historia, 62. En Francia, 41. En Austria, 55, 66 y 67. En España, 64,68 y 77. En México, 77.
F
- Fábricas de algodón, 59; de clavos, 70; de fierro, 18; de loza, 3,5,6,7 y 9; de paños, 37; del papel, 49, 58, 59; de seda, 23; de telas impermeables, 62 y 69; de vidrios, 53.
- Fábulas, el herrero y el perro, 2; el asno y el lobo, 4.
- Fierro, sus usos y propiedades: su industria. Para ponerlo en estado de acero, 52. Aplicación de la electricidad para su fabricación, 70, (véase herreros).
- Fomento de las artes. Proyectos de decreto del Sr. Figueroa en favor de los introductores de nuevas industrias, 3 y 7. Dictamen de una comisión del Ateneo mexicano, sobre sociedades protectoras de las artes, 4 y 5. Lista de las personas inscritas con ese objeto, 5,7,8 y 10. Ofertas a la junta, de D. Tomás Betancour, 10: de D. Agustín Caballero, 12 y de D. Carlos Rangel, 18. Seguridad de la propiedad, 51. Trozo de los Misterios de País sobre los artesanos, 60. Proyecto de compromiso para el consumo de manufacturas del país, 12 (véase junta).
- Fondo de beneficencia para los artesanos, 3,4,5,6,17,18,20,27 y 42. Se aprueba por el superior gobierno, 5.
G
- Galoneros, Modo de limpiar el galón de oro, 53.
- Geometría. Discurso sobre su aplicación a las artes, 29. Proyecto sobre el establecimiento de su enseñanza en la República, 54.
H
- Herrería del Sr. Heredia en Málago, 73.
- Herreros. Modo de conservar el hierro y el acero sin moho, 4 y 28; de dar lustre a los utensilios de fierro; composición para escribir sobre él: baño para darle el aspecto de plata y para dorarlo, 28. Modo de preservar el acero, de bruñirlo; de limpiar las armas de fuego, 63. Construcción, temple y limpia de las mimas, 71. Pavonar el acero y conservarle. Medio de precaver la oxidación de los metales, 77, (véase fierro).
I
- Industrias en general, 62 y 64. Su necesidad y ventajas, 63; sus relevaciones con los progresos de la sociedad, 50. Trozo de la memoria del ministerio del ramo en 1845, 56: de la dirección general de México, 59,60 y 61.
- Industria fabril; su historia, 55; su estado en Francia 2, 5: en España 3 y 72; en los Estados Unidos de América 4 y 66; en Madrid, 66; en Cádiz, 55; en Sevilla, 66; en Austria, 59; en el Japón, 70; en Michoacán, 4; en Querétaro, 75; en Veracruz, 56; en México. Memoria del ministerio, 56; Idem. de la dirección general, 49. Dictamen de la cámara de diputados, 58.
- Industria del fierro, 53 y 56; de la seda, 23,29,30,31,32,33,39,52 y 54: del marfil, 69; del papel, 49.
- Industria o esclavitud, 57.
- Ingratitud y merecimientos, 24.
- Informe del director general de industria el 13 de diciembre de 1844, 49.
- Instrucción artística; su importancia, 31; su necesidad y ventajas, 59 y 63. Las artes, 6: el trabajo, 7 y 28: invenciones de las artes, 27: especial para los artesanos, 76 y 72, (véase barnices, caja de ahorros, colegio, dibujo, escuelas, geometría, maquinaria, matemáticas, mecánica, salubridad).
- Instrucción particular a las diversas artes (véase alfareros, amoladores, barberos, batihojas, bordadores, canteros, carpinteros, cereros, obrero, coheteros, curtidores, desmanchadores, doradores, ebanistas, encuadernadores, escultores, galoneros, herreros, jabonetos, litógrafos, loceros, madereros, músicos, hojalateros, panaderos, pasamaneros, peineros, pintores, salitreros, sombrereros, talladores, tejedores, tiradores, tintoreros, toneleros, veleros, huleros y zapateros)
J
- Jaboneros. Privilegio al Sr. Varela por su nueva invención de jabones, 57.
- Jornaleros en Inglaterra, 74.
- Junta de artesanos en México; su instalación. Bases para la formación de sus estatutos, 1. Su fondo de beneficencia, 3 reglamento para sus juntas menores, 7 y 13. Contestaciones con los gobiernos de los Departamentos con el de Veracruz, 3: con los de Durango y Coahuila, 7; con los de México Chiapas, San Luis Potosí y Oaxaca, 8; con los de Nuevo León y Aguascalientes, 9; con el de Tamaulipas, 9 y 14; con los de Chihuahua y Zacatecas, 10; con los de tabasco y Querétaro, 12; con el de Guanajuato, 13; con el Sr. General Inclán, 8. Proposiciones de su vicepresidente sobre el proyecto de San Juan del Río, 11.
- Junta de artesanos de San Luis Potosí, 9 y 33; de Puebla 24 y 26; de Morelia, 31,36,37 y 61; de Durango, 60 y 61.
- Juntas de Fomento de las artes, de señoras en México, 4, 5,7,8 y 10, de amigos de las manufacturas en Acapulco, 2; de amigos de las artes en San Juan del Río, 9. Sociedades patrióticas potosinas, 14; de Río Verde, 17. Junta de Amigos de Zinapécuaro, 19; de Jiquilpan, 19 y 23; de Zacapu, 21. Sociedad patriótica del Mineral de Catorce, 21; mexicano protectora de las artes, 32. Asociación patriótica de San Juan del Río, 25. Sociedad patriótica de Querétaro, 43.
L
- Lana. Modo de teñirla, 18. Sus tejidos y modo de trabajar sus telas, 36. Examen de sus fibras, 56.
- Libertad, 49.
- Lino. Sobre su cultivo, 68. Manera de teñirlo, 19. Examen de sus fibras, 56.
- Litógrafos. Piedras usadas hasta ahora: modo de pulimentar las: propiedades que deben tener. Modo de litografiar. Modo de pasar el dibujo sin necesidad de copiarlo en la piedra. Tintas químicas para litografía. Preparación de ellas. Lápices: modo de hacerlos. Sobre el blanqueo del papel, con cola o sin ella, 40. Papel para litografía, 56. Litografía de San Vicente de Paul, 24.
- Lorenzo o el artesano; rasgo moral, 5.
- Loceros, 3,5 y 7. Modo de hacer impresiones sobre la loza 55, (véase porcelana).
M
- Madereros. Conservación de las maderas, 23 y 48, (véase carpinteros).
- Máximas, 20,27,43,52 y 63.
- Maquinaria. Su historia, 44 y 54.
- Máquinas: sus ventajas e inconvenientes, 54: para cardar lana, 17 y 18, con una litografía. Para hacer clavos, 30 y 70. Para despolvar arroz, 32. Para hilar, o sea rueca de nueva invención, con un grabado, 20.
- Marfil. Modo de dorarlo, 70.
- Mármoles. Modo de pulirlos y enderezarlos, 71 y 75.
- Máscaras. Su fabricación, 71.
- Matemáticas. Su estudio e influencia, 29.
- Mecánica aplicada a las artes, 50. Proyecto de establecimiento de cátedras de esa ciencia en la república, 54.
- Mejoras en los oficios industriales, 26; en la fabricación de la tinta 62; plumas, obleas, 65; lacre, 51 y 65.
- Memorias del ministerio de industria en 845, 56; de la dirección general del ramo, 59, 60 y 61.
- Mirica sevasia en Ixtoluca, 60.
- Mudarina vegetal, 61.
- Músicos: su concierto en favor de los artesanos, 12,15 y 17. Instalación de su junta, 38 y 42.
O
- Obleas. Su fabricación, 65.
- Ojaladeros. Instalación de su junta, 16. Modo de cortar el vidrio sin diamante; de quitar la transparencia a los vidrios; para azogar cristales; para grabar e iluminar el cristal; para labrar las piezas de cristal de modo que queden como nuevas: para nacarar la hoja de lata, 37. Modo de limpiar espejos, 51.
P
- Panaderos. Advertencia sobre su salubridad, 53 y 54.
- Pasamaneros. Noticia de la instalación de su junta 17.
- Papel, 49, 55, 57 y 79.
- Paz. Su necesidad para el cultivo de las artes, 51.
- Peineros. Véase carey, concha, cuerno y marfil.
- Pensamientos morales, 53.
- Pintores. Modo de hacer el albayalde, y de estampar las pinturas sobre madera. Cloruro para destruir el mal olor de los colores, 29. Modo de limpiar y barnizar las pinturas al óleo: de pintar las apariencias de oro, las estatuas. Barniz para conservar las estampas; pintura y preservativa. Restauración de pinturas antiguas. Aguas para fijar los trazos del lápiz para pintar los ladrillos, 29, (véase barnices, dibujo y porcelana). Modo de broncear los bustos y estatuas, 53: de limpiar las pinturas, de restituir la viveza a los colores decaídos, 52 y 70. Modo de preparar el papel o lienzo, 57, Cola fuerte transparente, 58.
- Pintura de Olinalá, 45: preservativas para las clases industriosas, 45.
- Pintor (el): novela, 29.
- Porcelana, 43.
- Plateros. Modo de preservar la oxidación a los metales, 77.
- Plumas para escribir, 65.
- Preocupaciones contra los artesanos, 29.
- Progresos de las artes mexicanas, 4.
- Proverbios orientales, 52.
- Puebla, 48.
Q
- Química para los artesanos en Estrasburgo, 30.
R
- Recompensas a los artesanos, 51 y 60.
- Rueca de nueva invención con un grabado, 20.
S
- Salitreros, 53.
- Salubridad. Gases nocivos a que están expuestos los artesanos, 19 y 43. Betún para quitar la humedad de las paredes, 21.
- Seda. Examen de sus fibras, 56, (véase industria). Seda de piña, 57.
- Seguridad de la propiedad, 51.
- Ser fiel a su palabra, 31.
- Sociedades de Fomento, 6,34,38 y 76, (véase juntas).
- Sociedades Artísticas, 38. La de Baviera, 60.
- Socios de la Caridad en Michoacán, 76.
- Sombrereros. Para hacer impermeables los sombreros, para hacerlos flexibles; líquidos para quitarlas las manchas, 14. Nueva manufactura de Sombreros elásticos por Giboon. Nueva especie de fieltro. Perfección de los sombreros de seda, 65.
T
- Talladores. Para hacer adornos sobre la madera trabajada al torno, 63, (véase carpinteros).
- Talleres. Su número en Durango, 10; en Querétaro, 75; en las cárceles, 54.
- Tecnología, 48 y 78.
- Tejedores. Tejidos de lana: modo de trabajarlos, 36.
- Telas. Modo de fabricarlas, 36: de arañas, 58.
- Tintoreros. Instalación de su junta, 14. Preparación de los tintes, 18 y 19. Estampado de tejidos; impresión de los colores, 69.
- Tiradores. Modo de hacer el alambre de zinc, 70.
- Toneleros. Método para desinfeccionar las tonelerías. Nuevo barniz para los toneles, 44.
- Trabajo, 10,11,20,25 y 46. División en los trabajadores, 28.
- Trementina espiritual de 54.
V
- Vagos, 12 y 18.
- Valeros. – Velas económicas.
- Vidrios, – Aplicación de adornos: torneaduras y cinceladura: lustre metálico de oro, de platino: de Burgos, cantárida de litargirio y composición de esmalte, 66.
Z
- Zapateros. – Método para que dura el calzado de cuero: lustre excelente para las botas: Betún de botas. Sueltas impermeables. Botas y zapatos elásticos, 38.
[1] Enero 10 de 1846, p. 2-4.