La mini-guía para el pensamiento crítico. Conceptos y herramientas.
Por Dr. Richard Paul y Dra. Linda Elder.
Publicado originalmente por la Fundación para el Pensamiento Crítico www.criticalthinking.org
Descarga en PDF, 26 páginas, 160KB:
[button link=»http://localhost:8000/wp-content/uploads/2016/03/SP-ConceptsandTools-1.pdf» size=»Default» icon=»fa-file-pdf-o» side=»left» target=»_blank» color=»408bb7″ textcolor=»ffffff»]La mini-guía para el Pensamiento Crítico[/button]
¿Por que una mini-guia para el pensamiento critico? Esta mini-guia se diseñó para administradores, profesores y estudiantes. Contiene los conceptos y herramientas esenciales en un formato de bolsillo cómodo.
Los vencedores perplejos Nunca hubo tanto final. Con el derrumbamiento del realsocialismo, toda una época desaparece y deviene historia. La familiar constelación social mundial de la postguerra se disuelve ante nuestros ojos a una velocidad increíble. Toda una era se ha extinguido; sin embargo, la pregunta apremia: ¿cuál, en realidad? Desde la perspectiva del más bien subprivilegiado conflicto Este-Oeste, puede parecer a primera vista que el Oeste ha vencido, como si su sistema hubiese mostrado ser el mejor.
[blockquote author=»Greg R. Haskins, en Una guía práctica para el pensamiento crítico, proponiendo una definición desde una perspectiva práctica.»](El pensamiento crítico) es un proceso por el cual usamos nuestro conocimiento e inteligencia para llegar efectivamente a la más razonable y justificable posición en temas, y que trata de identificar y superar los numerosos obstáculos al pensamiento racional.[/blockquote]
Voy a iniciar esta disertación especulativa con el provocativo señalamiento de que no he seleccionado como epígrafe para este texto una cita fuera de contexto de un autor que me sirva como autoridad y cuyas palabras, que en su justo contexto no son aplicables a mis ideas, deberán ser interpretadas tal como la apologética cristiana suele hacerlo con versículos bíblicos aislados: justo del modo que convenga para salir al rescate de mis planteamientos.
Apenas en noviembre pasado hubo una breve polémica en redes sociales sobre el asunto de que los manifestantes “violentos” en las marchas en la Ciudad de México eran “infiltrados” y “provocadores del Presidente Peña Nieto“.
En ese entonces afirmé que para rechazar esas acciones no es necesario inventar extremos que no pueden ser probados, y que de hecho existe evidencia suficiente para descartar esa hipótesis.
El buen Javier Hernandez Alpizar entonces cayó en ese error de razonamiento, que expliqué en este pequeño artículo titulado Polos y falacias.
El respeto es definido como la consideración que se tiene sobre el valor de alguien o algo, frecuentemente es concebido como una relación recíproca de reconocimiento del valor del otro. En una extensión más compleja la reciprocidad es lo que engendra la moral y los derechos, de modo que para algunas teorías políticas modernas (Honneth), el respeto sería fundamento de la justicia.
Como con muchas otras palabras de nuestro idioma, hemos pervertido su significado y lo modificamos a una suerte de carta comodín para invocar un tabú, establecer una prohibición de mención, demarcar una zona libre de crítica.
Les comparto este artículo de Javier Hernandez Alpizar, no porque lo suscriba, sino porque es un buen ejemplo de qué pasa cuando las buenas intenciones salen mal.
Las observaciones que hace pueden reducirse básicamente a dos puntos: haciendo un malabarismo con algo de espagueti de historia quiere establecer que el vandalismo contra una puerta no hace la revolución (eso es a lo que llamamos “profundancia”, es decir, una observación verdadera pero trivial); y por otro lado la insistencia sin fundamento racional de aplicar el principio de presunción de culpabilidad de ser agentes pagados sobre aquellas personas de las que no se sepa quiénes son, como oposición a no ser “ingenuos”.
Ya antes he manifestado preocupación porque muchas personas se suman a cualquier movilización contra el gobierno sin mayor reflexión, ahora debo agregar que me encuentro muy decepcionado al ver cómo muchas personas además están hundidas en una desgracia de pensamiento bipolar sobre el mundo.
No me refiero a lo que comúnmente se señala como sinónimo de locura (estar tranquilo en un momento y eufórico al siguiente, o cambiar de opinión de forma drástica y contradictoria muchas veces consecutivas).