La mezquindad infame cultivada por el propio capitalismo ha prohijado este tipo de discursos, no hay distinción entre clases sociales, ni entre opresores y oprimidos, nos hunde en el odio tribal nacionalista, —malditos gringos, malditos ingleses, malditos franceses, fueron los norteamericanos, fueron los franceses—. No hay solidaridad entre pueblos, no hay empatía, no hay dolor, no hay humanidad. Porqué habríamos de sentir lástima por «los franceses» si ellos han invadido, bombardeado o saqueado, nos preguntan maliciosamente los promotores del odio inhumano que no están tan lejanos de aquellos que gritan desde el culo del megáfono del fascismo «malditos judíos» o «malditos musulmanes».
Soy un autodidacta en matemáticas, física y astronomía, me atrae especialmente su historia, lo cual admito que es bastante divergente respecto del área de interés de mi formación profesional, que es la abogacía, cuya práctica considero más como un oficio un poco menos noble que el de sepulturero, aunque la crítica a su teoría me ha ayudado a comprender qué es el Estado tal como fue concebido por sus fundadores.
¿Recuerdan la fábula del hombre, el niño y el burro? Aquella que contaba que eran juzgados por cada grupo de personas con quienes se encontraban: que si los dos van arriba del burro, mal por abusivos, que si los dos van abajo, mal por idiotas, vaya pues, que no había forma de tener contento a nadie.
En verdad me gustan esas fábulas, puedes llegar a encontrar más sabiduría allí que en escrituras sagradas o en complejos tratados filosóficos sobre moral.
[blockquote author=»Greg R. Haskins, en Una guía práctica para el pensamiento crítico, proponiendo una definición desde una perspectiva práctica.»](El pensamiento crítico) es un proceso por el cual usamos nuestro conocimiento e inteligencia para llegar efectivamente a la más razonable y justificable posición en temas, y que trata de identificar y superar los numerosos obstáculos al pensamiento racional.[/blockquote]
Voy a iniciar esta disertación especulativa con el provocativo señalamiento de que no he seleccionado como epígrafe para este texto una cita fuera de contexto de un autor que me sirva como autoridad y cuyas palabras, que en su justo contexto no son aplicables a mis ideas, deberán ser interpretadas tal como la apologética cristiana suele hacerlo con versículos bíblicos aislados: justo del modo que convenga para salir al rescate de mis planteamientos.
Justicia es, básicamente, dar a cada quién lo que le corresponda. Tratándose del Estado, la justicia se realiza a través de la ley, pero la justicia no está encadenada a ella en una relación de necesidad, ya que le precede, es un principio moral (distinción entre el bien y el mal). La justicia puede obtenerse por distintos medios, quizás algunos de ellos incluso podrían resultar ilícitos cuando la ley es contraria a la justicia o su aplicación la entorpece o niega.
Apenas en noviembre pasado hubo una breve polémica en redes sociales sobre el asunto de que los manifestantes “violentos” en las marchas en la Ciudad de México eran “infiltrados” y “provocadores del Presidente Peña Nieto“.
En ese entonces afirmé que para rechazar esas acciones no es necesario inventar extremos que no pueden ser probados, y que de hecho existe evidencia suficiente para descartar esa hipótesis.
El buen Javier Hernandez Alpizar entonces cayó en ese error de razonamiento, que expliqué en este pequeño artículo titulado Polos y falacias.
“Hoy fue un día soleado”. Pues no, no dijo tal cosa ni le tocó ocultar lo que ocurrió el 2 de octubre de 1968 en el breve segmento de 15 minutos que tenía por las tardes en esos años.
Creo que eso del día soleado está siendo en realidad un nubarrón que oculta una discusión más importante que deberíamos tener sobre la relación de Jacobo Zabludovsky y los medios de comunicación de paga con el poder.
Uno de los bienes que más aprecio es mi libertad, especialmente la que opongo a las militancias. Puedo ubicarme fácilmente en esa categoría de odiosas individualidades que vagan por el mundo observando y aprendiendo. Lo anticipado u oportuno de mis opiniones no están sujetas, felizmente para mí, a ninguna fuerza externa a mi voluntad y experiencia. Ojalá llegue el día en que este tipo de aclaraciones no sean necesarias cuando escribo sobre temas como el de esta ocasión.
Ha golpeado al avispero de la reacción el cobarde y monstruoso ataque armado del pasado 7 de enero de 2015 a la redacción de la pequeña revista francesa de sátira caricaturizada Charlie Hebdo en donde fueron heridas 11 personas y asesinaron a 10 integrantes del equipo, un escolta y un uniformado de la policía parisina.
![Oficinas de Charlie Hebdo tras el ataque](http://localhost:8000/wp-content/uploads/2016/03/10897778_870767486318733_4545992629524763366_n-1.jpg)Oficinas de Charlie Hebdo tras el ataqueLa premura con la que muchos sectores en todo el mundo se han pronunciado ante el evento es una revelación espontánea del estado de estancamiento y pudrición de la filosofía moderna que hace prácticamente indistinguibles los discursos de la izquierda de los de la derecha.
El respeto es definido como la consideración que se tiene sobre el valor de alguien o algo, frecuentemente es concebido como una relación recíproca de reconocimiento del valor del otro. En una extensión más compleja la reciprocidad es lo que engendra la moral y los derechos, de modo que para algunas teorías políticas modernas (Honneth), el respeto sería fundamento de la justicia.
Como con muchas otras palabras de nuestro idioma, hemos pervertido su significado y lo modificamos a una suerte de carta comodín para invocar un tabú, establecer una prohibición de mención, demarcar una zona libre de crítica.