Soy un autodidacta en matemáticas, física y astronomía, me atrae especialmente su historia, lo cual admito que es bastante divergente respecto del área de interés de mi formación profesional, que es la abogacía, cuya práctica considero más como un oficio un poco menos noble que el de sepulturero, aunque la crítica a su teoría me ha ayudado a comprender qué es el Estado tal como fue concebido por sus fundadores.
[blockquote author=»Greg R. Haskins, en Una guía práctica para el pensamiento crítico, proponiendo una definición desde una perspectiva práctica.»](El pensamiento crítico) es un proceso por el cual usamos nuestro conocimiento e inteligencia para llegar efectivamente a la más razonable y justificable posición en temas, y que trata de identificar y superar los numerosos obstáculos al pensamiento racional.[/blockquote]
Voy a iniciar esta disertación especulativa con el provocativo señalamiento de que no he seleccionado como epígrafe para este texto una cita fuera de contexto de un autor que me sirva como autoridad y cuyas palabras, que en su justo contexto no son aplicables a mis ideas, deberán ser interpretadas tal como la apologética cristiana suele hacerlo con versículos bíblicos aislados: justo del modo que convenga para salir al rescate de mis planteamientos.
Justicia es, básicamente, dar a cada quién lo que le corresponda. Tratándose del Estado, la justicia se realiza a través de la ley, pero la justicia no está encadenada a ella en una relación de necesidad, ya que le precede, es un principio moral (distinción entre el bien y el mal). La justicia puede obtenerse por distintos medios, quizás algunos de ellos incluso podrían resultar ilícitos cuando la ley es contraria a la justicia o su aplicación la entorpece o niega.
Apenas en noviembre pasado hubo una breve polémica en redes sociales sobre el asunto de que los manifestantes “violentos” en las marchas en la Ciudad de México eran “infiltrados” y “provocadores del Presidente Peña Nieto“.
En ese entonces afirmé que para rechazar esas acciones no es necesario inventar extremos que no pueden ser probados, y que de hecho existe evidencia suficiente para descartar esa hipótesis.
El buen Javier Hernandez Alpizar entonces cayó en ese error de razonamiento, que expliqué en este pequeño artículo titulado Polos y falacias.
Ha golpeado al avispero de la reacción el cobarde y monstruoso ataque armado del pasado 7 de enero de 2015 a la redacción de la pequeña revista francesa de sátira caricaturizada Charlie Hebdo en donde fueron heridas 11 personas y asesinaron a 10 integrantes del equipo, un escolta y un uniformado de la policía parisina.
![Oficinas de Charlie Hebdo tras el ataque](http://localhost:8000/wp-content/uploads/2016/03/10897778_870767486318733_4545992629524763366_n-1.jpg)Oficinas de Charlie Hebdo tras el ataqueLa premura con la que muchos sectores en todo el mundo se han pronunciado ante el evento es una revelación espontánea del estado de estancamiento y pudrición de la filosofía moderna que hace prácticamente indistinguibles los discursos de la izquierda de los de la derecha.
El respeto es definido como la consideración que se tiene sobre el valor de alguien o algo, frecuentemente es concebido como una relación recíproca de reconocimiento del valor del otro. En una extensión más compleja la reciprocidad es lo que engendra la moral y los derechos, de modo que para algunas teorías políticas modernas (Honneth), el respeto sería fundamento de la justicia.
Como con muchas otras palabras de nuestro idioma, hemos pervertido su significado y lo modificamos a una suerte de carta comodín para invocar un tabú, establecer una prohibición de mención, demarcar una zona libre de crítica.
Les comparto este artículo de Javier Hernandez Alpizar, no porque lo suscriba, sino porque es un buen ejemplo de qué pasa cuando las buenas intenciones salen mal.
Las observaciones que hace pueden reducirse básicamente a dos puntos: haciendo un malabarismo con algo de espagueti de historia quiere establecer que el vandalismo contra una puerta no hace la revolución (eso es a lo que llamamos “profundancia”, es decir, una observación verdadera pero trivial); y por otro lado la insistencia sin fundamento racional de aplicar el principio de presunción de culpabilidad de ser agentes pagados sobre aquellas personas de las que no se sepa quiénes son, como oposición a no ser “ingenuos”.
Cuál sería para ustedes el caso de seguir mis publicaciones si no es para divagar junto conmigo en algún momento sobre algún tema que es totalmente intrascendente en la gran e importante agenda de asuntos nacionales que ocupa la mayor parte de nuestra atención.
Así que estoy casi seguro que ustedes, como yo, disfrutarán distraerse un par de minutos reflexionando sobre esa acusación que al menos yo he recibido en más de una ocasión: el ser soberbio.
Este tipo de eventos destapan muchas cosas, algunas más interesantes que otras, por supuesto.
Voy a descartar a la aristocracia clasemediera cristiana de Zamora, Michoacán, del grupo de defensores de la señora Rosa Verduzco, para poder observar a los que en otras geografías y otras historias de vida tienen enfrente de sí los testimonios, videos y fotografías de la inmundicia en la que tenía sometidos a los niños que por abusos judiciales le eran entregados.
Nos sigue doliendo (la tragedia en la guardería); ojalá que se vayan animando un poquito a vivir la voluntad de Dios, que se vayan calmando los sentimientos, a tomar la vida con esperanza y buscando la manera de hacer justicia, pero también perdonar.
– Arzobispo de Saltillo, Ulises Macías Salcedo, durante una entrevista.
No existe una sola pieza de evidencia sobre la existencia de ese dios ni motivo alguno para creer en él, mucho menos al tenor de lo que ordena la doctrina cristiana.