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La dictadura del tiempo abstracto
En la historia del pensamiento occidental, el lenguaje de la filosofía y la ciencia se ha distanciado cada vez más del de la gente común. Elitista, separado del resto de la sociedad, se ha vuelto el idioma secreto de una casta sacerdotal del saber burgués. Y es que existen pocos conceptos que pertenezcan al mismo tiempo a la esfera de la reflexión teórica y a la de la práctica del día a día. En cuyo caso se trata, las más veces, de objetos especialmente sesgados, que de manera involuntaria remiten al absurdo de la sociedad burguesa. Uno de tales conceptos es el de “trabajo”, que por un lado presenta una categoría filosófica, económica y sociológica, pero que por el otro es empleado también, y de manera desconcertantemente diversa, en la praxis vital de todo ser humano.
MARX 2000. La importancia de una teoría dada por muerta para el siglo XXI
La teoría de Marx no representa una teoría positiva de la “construcción del socialismo”, sino muy al contrario una teoría negativa de las crisis del sistema productor de mercancías. Frente al Marx “exotérico” del movimiento obrero y la lucha de clases es preciso reivindicar la actualidad de un Marx “esotérico” crítico del fetichismo, del trabajo abstracto y de la forma valor que definen el sistema productor de mercancías. El objetivo de una teoría crítica del capitalismo es acabar con la autonomización de ambos y del proceso de valorización que ha entronizado al “sujeto automático” que amenaza arrastrar en su caída a la sociedad y su reproducción.
La ascensión del dinero a los cielos – Tercera parte
Es verdad que la sociedad moderna es considerada en general como una “sociedad del trabajo” o una “sociedad del lucro”, y es indiscutible que el trabajo y el rendimiento monetario son, al final de cuentas, idénticos. Pero este nexo lógico sólo es comprendido en una concepción sociológica banal o presentado como una especie de postulado moral –por ejemplo, en las ideologías del “trabajo honesto”–, al mismo tiempo que la necesidad económica de una coincidencia de estas dos formas fenoménicas del proceso de valorización no se considera plausible. A través de las formas de mediación entre trabajo y dinero, nada fáciles de reconocer y cada vez más complejas en el transcurso de la modernización, nace la ilusión de que el dinero puede desarrollarse independientemente de su sustancia abstracta, constituida por el trabajo.
La ascensión del dinero a los cielos – Primera parte
Es verdad que la sociedad moderna es considerada en general como una «sociedad del trabajo» o una «sociedad del lucro», y es indiscutible que el trabajo y el rendimiento monetario son, al final de cuentas, idénticos. Pero este nexo lógico sólo es comprendido en una concepción sociológica banal o presentado como una especie de postulado moral –por ejemplo, en las ideologías del «trabajo honesto»–, al mismo tiempo que la necesidad económica de una coincidencia de estas dos formas fenoménicas del proceso de valorización no se considera plausible. A través de las formas de mediación entre trabajo y dinero, nada fáciles de reconocer y cada vez más complejas en el transcurso de la modernización, nace la ilusión de que el dinero puede desarrollarse independientemente de su sustancia abstracta, constituida por el trabajo.
Las lecturas de Marx en el siglo XXI
Quien fue considerado muerto está más vivo que nunca. En su calidad de teórico activo y crítico, Karl Marx fue dado ya por muerto más de una vez, pero siempre consiguió escapar de la muerte histórica y teórica. Tal hecho se debe a un motivo: la teoría marxista sólo puede morir en paz junto con su objeto, o sea, con el modo de producción capitalista. Este sistema social, «objetivamente» cínico, desborda de comportamientos tan insolentes impuestos a los seres humanos, produce junto a una riqueza obscena e insípida una pobreza en masa de tal dimensión, está marcado en su dinámica de furia ciega por la potenciación de catástrofes tan increíbles, que su simple supervivencia hace que, inevitablemente, resurjan siempre temas y pensamientos de crítica radical. A su vez, el punto esencial de esa crítica consiste en la teoría crítica de aquel Karl Marx que, hace casi 150 años, analizara ya, sin ser superado, la lógica destructiva del proceso de acumulación capitalista en sus fundamentos.
¡Fuera holgazanas!
Hasta los años 80, el discurso feminista se apoyaba en una crítica social que tenía su raíz en el pensamiento marxista. En su centro se encontraba ante todo la dimensión “olvidada” del “trabajo doméstico”. En los 90, en cambio, surgían las teorías postmodernas-deconstructivistas que ya no se preocupaban del tema del trabajo y que proclamaban el juego, supuestamente subversivo, con las identidades de los géneros, a pesar de los ya manifiestos problemas sociales provocados por la “crisis de la sociedad del trabajo”.
La era del capitalismo pasó: la izquierda y la dialéctica sujeto-objeto del fetichismo moderno
“En tanto no consiga cuestionar los fundamentos del sistema, la izquierda seguirá desorientada, y si se aprovecha del ‘carro de la administración estatista de la crisis’ para proponer sus reformas sociales, descarrilará con él.”
Entrevista con Robert Kurz
La doble desvalorización del valor
El sistema, inherente al capital, de los desdoblamientos de la mercancía en valor y valor de uso, y del valor en mercancía y dinero, tiene que reproducirse necesariamente en la crisis y en su concepto. También la desvalorización del valor o la desubstanciación del capital es, por consiguiente, doble y se va abriendo camino tanto en el plano de la producción de mercancías (desvalorización del capital humano, del capital material y del capital mercancía), como en el plano del equivalente universal (desvalorización del medio de fin-en-si del dinero). Sin embargo, los diversos procesos de desvalorización no se desarrollan en las distintas etapas de la crisis de un modo continuo y uniforme, visto que el capital social global no ejecuta el movimiento de la crisis en cuanto tal de inmediato, chocando así con su límite, sino que esto ocurre empíricamente a través del movimiento de los capitales individuales en la superficie del mercado mundial.
Dominación sin sujeto (Segunda parte)
A primera vista podría parecer que, con el concepto de constitución del fetiche, no sólo el antiguo concepto subjetivo-ilustrado de dominación se volvería obsoleto, sino también el propio concepto de dominación en general. La destrucción del sujeto tendría entonces que ser aprehendida en el concepto de simple marioneta. Semejante abandono inmediato del concepto de dominación sería por así decir tácticamente inaceptable.
Dominación sin sujeto (Primera parte)
La reducción de la historia humana a una lucha infinita por «intereses» y «ventajas», librada por sujetos inmersos en un estéril egoísmo utilitario, simplemente recorta o distorsiona muchos fenómenos reales como para poder tener un valor explicativo decisivo. La idea de que todo lo que no se resuelve en el cálculo utilitario subjetivo es un mero envoltorio de «intereses» bajo formas religiosas o ideológicas, instituciones y tradiciones, se vuelve ridícula cuando el gasto real en esa supuesta envoltura supera en mucho el núcleo sustancial del presunto egoísmo. Muchas veces se debe decir más bien lo contrario: que los puntos de vista del egoísmo, si es que pueden ser reconocidos, representan un mero envoltorio o una mera exterioridad de «algo diferente» que se manifiesta en las instituciones y tradiciones sociales.